Hace chorrocientos años Carlos Monsiváis escribió del cronista, el que esto teclea, que era un “nostálgico profesional”. Lo escribió sin las comillas, como para que no se pensara que lo decía irónicamente y que lo hacía en contra (en fin, casi siempre la ironía va en contra, aunque hay quienes hablan de una “tierna ironía”, de sabor quizá incierto). Y este cronista (con minúscula) no supo ni aún sabe a qué atenerse, pues de Monsi muchas veces se ignoraba desde qué trasfondo mental ejercía, entre otras, funciones de Príncipe la crónica urbana (pues el Rey de eso todo el mundo convino en que era Salvador Novo).
Pues bien, el caso es que, nostálgico de profesión o nostalgioso amateur, el cronista, aunque siente cierto recuerdo enternecido —que eso es la nostalgia— por las tardes de su adolescencia y de los años cincuenta en que paseaba por el Paseo de la Reforma queriendo creer, pues era algo pedantillo y afrancesado, que paseaba por los Campos Elíseos de París, no está de acuerdo con quienes se oponen a la Línea 7 del Metrobús, en cuyo trayecto por una larga parte de Esmógico City se implica casi todo el tramo de Paseo de la Reforma que suscita las nostalgias de más de uno y que, por lo contrario, deben recorrer muchas otras personas que van y vienen de su trabajos... o al menos de su ocupaciones.
Bien está que tramos de la ciudad conserven, digamos, su identidad histórica e incluso legendaria, y mucho de eso aún conservará el susodicho paseo, pero las ciudades no son museos donde se fija la vida que tuvieron siglos atrás. El cronista siente que una ciudad que nunca cambia es una ciudad que muere, por ir hacia el pasado, y por tanto agradecerá que un día finalmente funcione la línea 7 metrobusera.
