Alberto Aguilera fue un sobreviviente de la miseria, el abandono, el abuso y la injusticia. Uno de los pocos mexicanos pobres y maltratados que logró el éxito económico sin pasar por la política corrupta o el narcotráfico. Más allá
de la calidad intrínseca de su música, supo encontrar el lenguaje y la armonía para ayudar a desahogar las emociones contenidas de millones de personas como él, proporcionándoles terapia agradable, accesible y gratis.
Desde la década de los 70, su singular carisma emocionó al público que llenaba los centros nocturnos de Ciudad Juárez para verlo.
Más tarde, en los 80, Juan Gabriel destacó dentro del desfile de mediocridades que se presentaba entonces en la televisión. Pronto sus admiradores se percataron de que Juanga dejaba de lado a los bigotones cantantes de rancheras y a los insípidos baladistas; que su expresión corporal y su manera de interpretar sugería una sensibilidad distante de los estereotipos machistas y mostraba una sexualidad distinta, diversa. Su público aceptó esta característica como algo espontáneo, natural y disfrutable. Así ayudó a disolver las telarañas homofóbicas en millones.
Los 90 vieron el despliegue exitoso de Juan Gabriel: trascendió los formatos de la televisión para incursionar en conciertos, ferias y palenques, y se convirtió en un fenómeno global de venta de discos. Por primera vez, mariachis sin pistolas acompañaban a quien no exaltaba la borrachera, la violencia o el fracaso.
Y así fue, hasta su muerte, como Juanga se convirtió en ídolo popular en buena parte de América.
Su trágica niñez y juventud es bien conocida. A todo pudo sobreponerse sin desarrollar odio o resentimiento contra sus victimarios. Su respuesta para todos ellos fue la creatividad generosa. Heridas y cicatrices lo lastimaron y marcaron, pero no lograron derrotar su voluntad ni amargar su ánimo.
La mayoría de los mexicanos lo admira y aprecia porque pudo sobreponerse al infortunio, y desde ahí acompañarlos en el amor, el desamor, a través de la música y la palabra.
Muy pocos quedan indiferentes ante su muerte.
