A unos cuantos días de su salida de la alcaldía de Monterrey, Margarita Arellanes y sus colaboradores parecen actuar con actitud vengativa y resentimiento crónico.
Toman decisiones marcadamente gansteriles incrementando el malestar ciudadano, como la apertura de casinos y aumento de impuestos.
Margarita suena a mujer despechada, dolida, sin embargo no son los ciudadanos los culpables de su caída. Entre los suyos están los responsables.
Cuando la buena estrella la iluminaba, era la Barbie de todos los escaparates. No había lugar ajeno a su imagen. Hoy aparece y despide como la mala del cuento.
Es tiempo de olvido de los ciudadanos regios. Otro trago amargo en política de quien prometía dulces sabores.
Ahora preocupa el futuro regio ante los desmanes de Margarita. Su sucesor nada ha dicho, su silencio suena a complicidad, eso no es bueno.
Sus defensores lo cubren arguyendo es hombre de pocas palabras. Lo cual se reconoce. Sin embargo una cosa es ser callado y reservado, aquí parece mudo ante los desfiguros que va a heredar.
O son, quizá, asuntos arreglados lo de los casinos e impuesto predial para llegar diciendo: Yo no lo hice, fue aquella.
