Política

Piensas que no te va pasar

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  • Jorge Medina Viedas

MEDIADOS DE LOS AÑOS CINCUENTA DEL SIGLO XX

Piensas que no te va a pasar… Me lo hizo ver el periodista Jesús Rangel… En el hogar el magisterio cardenista de tus progenitores cubre infancia y adolescencia, llega hasta la juventud en orgullo laico y hasta jacobino. “El presidente Cárdenas recuperó nuestro petróleo de manos extranjeras”. En las aulas la voz del maestro, que con sangre entra, te enseña el agravio del despojo, te muestra el mapa sobre el pizarrón; la regla color mate apunta hacia California, Arizona, Texas; el maestro Diego Cárdenas, tez morena, usualmente viste guayabera blanca y pantalón kaki; pulcro, hierático. Te enciende el ADN de la rabia mestiza, de los complejos de la población originaria, el odio contra el poderoso vecino, el orgullo y la dignidad de Juárez y Lázaro Cárdenas.

Revivirá con Adolfo López Mateos, que nacionalizará la industria eléctrica. Pero nada como la épica de la expropiación petrolera. El pueblo entregando sus bienes para que el México de Cárdenas le pagara a las compañías extranjeras, los ingenieros mexicanos haciendo uso de su ingenio para reparar la maquinaria abandonada por los extranjeros. Lo escuchas en las tardes de domingo, en la casa de la abuela, la matriarca ex comunista de la familia. Se oyen las acusaciones contra los alemanistas.

ENERO DE 2013

Piensas que no te va a pasar. Algunas señales indican que el ciclo que se vive no termina, que no terminará nunca. Son los ecos de la modernización. Muchas cosas han cambiado de unos años para acá. Algunas ya no existen, desaparecieron para bien; hay otras que existen y que abominas; ves otro país, otro entorno físico. Las ciudades crecieron hasta volverse irreconocibles; los horizontes son reducidos; ya no hay caminos solitarios, tranquilos. Extrañas lo que extrañas porque falta; falta espacio, mesura citadina. Falta justicia. Como a Auster, te molesta la derechización de la clase política, de la gente; que ésta siga, ría y festeje tanta estupidez de artistas, políticos, figuras de barro de los medios. A algunos enerva esa basura de entretenimiento que domina los programas de radio y de televisión, en los medios escritos. El deterioro del lenguaje, el uso de las malas palabras, sobre todo en las mujeres.

Igual te das cuenta de lo mucho que sabe una buena parte de los niños y los jóvenes de hoy; te admiras de los estudiantes que sin temores, audaces, bilingües, van de trotamundos; envidias que abran los ojos tan tempranamente a otros territorios geográficos y del saber. Pero somos un país de contrastes. Eso todos lo vemos. Falta legalidad, honradez; sobra, ofende, la desigualdad.

Las universidades son mejores en infraestructura, pero han perdido mucho de lo que eran. Poco, muy poco hicieron para impedir que les robaran autonomía, humanismo, compromiso social.

Contrario a lo que se dice, el mundo es más homogéneo que antes. No puede ser de otra manera; un solo sistema hace creer a las personas que a las reglas de ese mundo hay que someterse. Discrepas con tus hijos y con casi todos los que tienen menos de diez años que tú, que son muchos.

DICIEMBRE DE 2013

Piensas que no te va a pasar… La pregunta es muy simple: ¿Qué sentido tiene que yo sea el propietario de la tierra y de las raíces del árbol si los frutos serán de pleno derecho propiedad del vecino o de cualquiera que disponga de ese derecho establecido? Independientemente de que alguien responda que eso es, justamente, en el caso de la reforma energética, lo que va a permitir asegurar una mayor rentabilidad de los recursos petrolíferos para el futuro, no se encuentra una sola declaración convincente de algún político o funcionario que asegure que los cambios constitucionales en materia energética no son una enajenación presente y futura de la renta petrolera a manos privadas, y por lo tanto una entrega parcial de nuestra soberanía nacional.

Al mismo tiempo, nadie puede negar que el mecanismo que el gobierno y el PRI encontraron para atenuar el simbolismo nacionalista que recae sobre el petróleo fue una normatividad tan suficientemente bien armada que no se puede decir que se trata de una reforma que privatiza los recursos del subsuelo mexicano.

Y si en tercer lugar vimos a una izquierda que no tuvo ni la capacidad ni la fuerza para oponer una resistencia inteligente a la reforma en general, y mucho menos la audacia que se necesitaba para defender la integridad física y jurídica de Pemex, y con ello atenuar las ventajas que podrán tener las empresas privadas nacionales y extranjeras sobre la empresa nacional en cualquiera

de las formas de participación que se les han abierto, es fácil explicar el resultado histórico obtenido por el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Y para lograrlo, el gobierno hizo mucho más que “reubicar el verdadero campo del debate para eludir los costos que el hito de la expropiación petrolera ha impreso en la conciencia ciudadana” (David Ibarra, 2008).

Y por lo que se ve, un hito que se aleja de nuestro presente y cada vez más difícil de recuperar en el futuro.

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