Y una vez más nos encontramos en la parte en la que nos tenemos que tragar las mismas frases de cada periodo electoral: “Más educación”, “Más empleo”, “Más obras”, “Menos pobreza” y otras más que ya hasta suenan ridículas porque de eso se han encargado quienes las recitan como merolicos.
Nadie dice cómo, ni cuándo pero darse baños de pureza y poner cara de indignado parece ser la fórmula para acceder al trono en el que todas esas promesas pasen a ser responsabilidad del siguiente y así hasta el infinito. Tampoco conocemos proyectos de ciudad que nos ayuden a decidir, primero si es que vale la pena seguir alimentando al monstruo que nos tiene con el pié en el cuello con nuestro voto o seguir apostando a lo que los políticos profesionales llaman apatía.
En un mundo que creo todos hemos imaginado, los partidos políticos recibirían recursos públicos para elaborar un gran anteproyecto que responda a las necesidades y encarrile todos los esfuerzos en tener una mejor ciudad.
Después, ya teniendo propuestas claras, se organizarían foros en los que se socializaran esos proyectos de ciudad y claro, se daría a conocer el equipo de ciudadanos ejemplares y especializados en cada área que son quienes echarán a andar ese gran plan al que además, los partidos cuya propuesta no fuera elegida, se tendrían que sumar.
Todos trabajando por lo que debería importar, nuestra visión conjunta de futuro, nuestra ciudad, nuestra casa grande.
Pero eso no pasa aquí; tendremos que esperar para conocer al equipo de colaboradores que pondrán en marcha las acciones que ayuden a materializar lo que se prometió en campaña (¿Cuáles propuestas?). De aquí a ese momento pueden pasar muchas cosas, así que como los puestos clave serán para pagar los mejores favores, no podemos saber quién será el tesorero o el director de obras públicas.
Así, es suspenso, seguiremos esperando a que nos “compartan” un poquito de lo que tienen pensado para nuestro futuro, sean los unos o los otros quienes se queden con el botín.
@jorgeruvao
