Desde los primeros vestigios del hombre transformando el paisaje de manera “artificial” (Menhir) se comenzaba a notar la intención de convertir el territorio nómada en un espacio sedentario, que diera refugio pero que también resignificara el paisaje y lo convirtiera en un símbolo, en una referencia. Desde entonces los esfuerzos han sido encaminados a la “sedentarización” del territorio a través de la delimitación y construcción de espacios habitables que no siempre cumplen su cometido y a veces acaban convirtiéndose en ruinas. Podemos entonces decir que por un lado, vamos ganándole terreno al territorio nómada pero por otro, hemos dejado de ocupar espacios “ganados”. Es como si al Frankenstein urbano se le trasplantara una pierna que con el tiempo y la falta de una buena irrigación sanguínea, acabaría por perder.
Actualmente en Torreón eso sucede (creo que en muchas otras partes del mundo). No necesitábamos 4 piernas pero sin embargo las tenemos y a un altísimo costo. Por otro lado existe un lugar en el que hay cuadras casi completas en abandono.
Ese lugar es el centro. La supuesta reactivación no ha terminado de cuajar. Vemos una sobrepoblación de bares que convierten la zona en un espacio mayormente para la diversión nocturna y como “de noche todos los gatos son pardos” nos vamos con la finta. Urgen regulaciones y políticas que incentiven la vida en el centro. Por ahora es muy pobre la oferta y en un lugar en el que no se respetan banquetas ni decibeles permitidos es muy complicado que alguien quiera vivir.
Aún si nos basáramos únicamente en el esparcimiento nocturno nos damos cuenta que la misma población que dejó de divertirse en “Senderos” es la que ahora pasea en el centro. La ciudad no está creciendo no está siendo regulada ni se tiene plan alguno. Todo se da así, sobre las rodillas y ya mañana veremos.
A la mesa le siguen faltando patas, veremos cuánto dura en equilibrio.
@jorgeruvao