
La participación de Mick Jagger en la película Fitzcarraldo (1982), de Werner Herzog, no llegó a término, pero en los meses que duró su aventura, tuvo tiempo suficiente para convivir a fondo con los nativos de la selva amazónica. Tan a fondo convivió el cantante que pudo aprender, y aplicarse, una metodología arcaica con la que su cosita aumentó notablemente de tamaño.
El rodaje de Herzog se alargó tanto que Jagger, ya para entonces con su órgano felizmente alargado, tuvo que abandonar su empleo temporal de actor para integrarse a una gira mundial de los Rolling Stones. Su lugar fue ocupado, para fortuna del cine, por Klaus Kinski, ese actor furibundo y estupendo al que los nativos, al cabo de unas semanas de tirante convivencia, querían asesinar con una flecha envenenada. Le dispensaron al pobre un tratamiento diametralmente opuesto al que había recibido el cantante, que salió de aquella selva, sonriente y locuaz, con su cosa más larga.
El director inglés Julian Temple, que es la fuente de esta trascendente información, declaró en México, un año después del estreno de Fitzcarraldo, mientras rodaba el video de la canción “Undercover of the night” (1983), de los Rolling Stones: “Jagger cubrió su pene con una caña de bambú e insertó varias abejas que, al atacar el miembro, lo hincharon e hicieron crecer de tamaño; se trata de un rito iniciático que se practica antes de las bodas en el Amazonas”.
La verdad es que no se vislumbra ningún fundamento científico para el alargamiento arcaico, y prosaico, que según Julian Temple se provocó el famoso Rolling Stone, con el método de las abejas en la caña de bambú. Aunque también es cierto que para esos chamanes que curan enfermedades imposibles y que abren y reparan cuerpos a mano limpia y sin anestesia, el pintoresco alargamiento del cantante debe ser, y sin el ánimo de colar aquí un gracejo, peccata minuta.
Desde luego hay que ver lo polifacéticas que son las abejitas, y lo adelantados que están aquellos pueblos supuestamente primitivos.