Cultura

La fibra óptica y el caballo

En el siglo XXI la información es como el “Mar eterno” de José Emilio Pacheco: “Empieza donde lo hallas por vez primera/y te sale al encuentro por todas partes”. 

Ese torrente de información que vierte compulsivamente y sin descanso la pantalla, termina educando al ciudadano, esa criatura aturdida que abreva ahí, en ese manantial de luz, para enterarse de cuál es la capital de un país, el nombre de un músico, o en qué vocal se acentúa una palabra. Y sobre todo en ese manantial se abreva, mayoritariamente, información que ni nos hace falta ni queremos saber y que, sin embargo, nos sale al encuentro como el mar de Pacheco.

Hace mucho tiempo, en la antigua Grecia, había que esperar a la información que llegaba, a pie o a caballo, explicada por unos “maestros trashumantes, entre retóricos y filósofos”, que eran recibidos con pasmo por la gente del pueblo, y al irse se quedaban en la memoria de las personas, como hoy se quedan “los astros de Hollywood”, nos cuenta Alfonso Reyes en su ensayo “El mito de Protágoras” (1944).

Los maestros trashumantes eran el vehículo de la información, y consecuentemente de la educación, que llegaba cada día de corpus a las comunidades. Con el tiempo la clase revolucionaria, que entonces era el gobierno, los ricos y la burguesía acomodada, pues habían arrebatado el poder a la tiranía y a la vetusta aristocracia rural, comenzó a patrocinar un sistema educativo en el gymnasium, que pronto cobraría un calado crucial en la Academia, en el Liceo, en el Jardín. Aquel sistema fue el principio de la educación privada; la educación pública, la que ofrecía el Estado a sus ciudadanos, era militar y se impartía en Esparta.  

El quehacer de aquellos maestros trashumantes era andar de un lado a otro esparciendo las piezas de sabiduría que articulaban la educación; la gente los llamaba sofistas, un término que entonces no era peyorativo, como lo sería dos mil quinientos años más tarde, cuando el sofista se bajara del caballo para montarse en la fibra óptica con el objetivo de esparcir a toda velocidad, de manera ubicua y en 5G, su tumultuosa información.

Un mar de información inútil. Shutterstock
Un mar de información inútil. Shutterstock
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Jordi Soler
  • Jordi Soler
  • Es escritor y poeta mexicano (16 de diciembre de 1963), fue productor y locutor de radio a finales del siglo XX; Vive en la ciudad de Barcelona desde 2003. Es autor de libros como Los rojos de ultramar, Usos rudimentarios de la selva y Los hijos del volcán. Publica los lunes su columna Melancolía de la Resistencia.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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