
El poeta Baudelaire declaró muerta a la naturaleza. Detestaba los bosques que adoraban los poetas románticos y el único río que toleraba era el Sena porque está en París.
Baudelaire era el poeta moderno que no concebía la vida fuera de la ciudad. “Nunca creeré que el alma de los dioses habite en las plantas”, escribió en 1855 a Jules Desnoyers, que se atrevió a pedirle unos versos sobre el bosque de Fointaineblau. “Ya sabes que soy incapaz de enternecerme ante los vegetales”, le dijo y remató advirtiéndole, “mi alma se rebela ante esa nueva religión”, refiriéndose a los adoradores de la naturaleza que, por cierto, se nos han vuelto a instalar aquí en el siglo XXI.
A Baudelaire y a los modernistas la naturaleza les parecía mortalmente aburrida y el mismo repeluco por la flora y el paisaje sentía Joris-Karl Huysmans, el genial novelista decadente que en su obra Á rebours pone al duque Des Esseintes a soltar perlas como esta: “no hay ninguna invención de la naturaleza, por más sutil o grandiosa que sea, que el ingenio humano no sea capaz de crear”. El duque vive encerrado en su casa, lee, contempla su colección de pinturas, cultiva flores raras y bebe licores cuyo sabor asocia con el sonido de la flauta o del clarinete. Del Whisky dice que arrasa “el paladar con el sonido estridente del trombón y del cornetín”. “La naturaleza, esa sempiterna vieja chocha, ha agotado ya la admiración de los verdaderos artistas, y ha llegado el momento de sustituirla, siempre que sea posible, con el artificio”. Así reflexiona el duque, en sus horas ociosas que son todas, a lo largo de la novela Á rebours, que en español es A contrapelo, es decir, en sentido contrario al que llevaban sus coetáneos, pero también los nuestros pues hoy nuevamente se practica, igual que entonces, “esa nueva religión” que señalaba Baudelaire. Todo es cíclico al parecer, todo vuelve, todo conspira para que el duque Des Esseintes del siglo XXI se queje ya de la “repugnante uniformidad” de los paisajes y de ese “monótono almacén de praderas y de árboles”, que es la naturaleza.
Pie: A los modernistas la naturaleza les parecía mortalmente aburrida.
Baudelaire detestaba los bosques que adoraban los poetas románticos.
Water Lilies, obra de Claude Monet.
Jordi Soler