El mundo atraviesa una crisis de violencia como nunca antes se ha visto. Una guerra que escala a empeorar y violencia desbordada, irracional y bestial en un simple partido de fútbol.
Parecen las secuelas de un encierro provocado por la pandemia que solamente hizo que brotara lo peor de cada persona.
Lo que vimos en el estadio Corregidora fue tan impactante al grado de saturar todos los medios, tanto tradicionales como digitales.
Y es que para los mexicanos, el fútbol es un asunto tan sagrado que un disturbio de esta magnitud es inaceptable y demanda el peor de los castigos administrativamente hablando.
El impacto mediático que representó ver esos vídeos de jóvenes golpeándose con todo, con lo que tuvieran a la mano, por una rivalidad estúpida, generó todo tipo de debates.
Y hasta parece que fuera coincidencia, pero el suceso cayó como anillo al dedo con una conmemoración, no celebración, de uno de los días más sensibles para la sociedad femenina.
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, resalta la importancia de todas aquellas mujeres que con su participación social y su desarrollo como personas, pelean por la igualdad de condiciones, de todo tipo, como las que tiene el hombre.
Y aquí es donde se divide, donde entra esa brecha que tanto discuten y pelean, con justa razón, todas las mujeres que exigen velar por sus derechos.
Desde hace algunos días, los principales monumentos y edificios de la Ciudad de México fueron amurallados para que las mujeres no los violentan. Así, tal cual, toda la fuerza del estado se fue contra una marcha que clama, que hace que todos recordemos lo difícil que es últimamente para una mujer poder vivir en medio de tanta violencia.
El gobierno de México es Rusia y las mujeres son Ucrania, así lo ven algunas personas que ven en los gobernantes una actitud pasiva contra los violentos, pero contra las mujeres no van a faltar las murallas de acero de más de tres metros de altura.
Hoy no se les felicita a ellas. Hoy las vemos, a distancia, pero siempre ahí, a su lado, honrando a las que nos fueron arrebatadas, y alzando el puño para pedir, una vez más, ¡Ni una más! _