Hace un mes todavía algunos nos preguntábamos, ¿por qué Tokio 2020 sigue en pie en una nación con el 20 por ciento de vacunados y en incremento de contagios? La respuesta real era muy obvia: dinero. A los millones perdidos por el aplazamiento, podríamos agregarle que la inversión de 15.4 mil mdd para el nuevo estadio nacional fue un desperdicio, pues sin espectadores internacionales ni locales, más que algunos invitados VIP ¿Qué caso tuvo?
El lema olímpico dicta “Más alto, más rápido, más fuerte”, pero a esta edición le agregamos “más silencioso”. Claro que es la decisión correcta, pero duele pensar otro costo más de la pandemia. Es difícil imaginar en silencio total hazañas como las de Usain Bolt en los 100 metros planos de Pekín y Londres, o las de Phelps por piscinas de todo el mundo.
Si bien muchos atletas más introspectivos en competencia se aíslan de lo que sucede a su alrededor, otros se deben a su público. Ya veremos a quiénes este factor afecta. Incluso, ese momento soñado por tantos en que les cuelgan la medalla, ahora sufre una variación, ya que entre las medidas de salud que se implementaron ellos mismos se tendrán que colocar la presea en el podio. Sin duda un cambio significativo, ya que la tradición que envuelve las ceremonias de premiación es mágica.
No habrá abrazos ni apretones de manos, muy distinto a lo que se manejó en las Finales continentales de futbol.
Por lo menos el COI modificó sus reglas para permitir ciertas protestas de los atletas dentro de la justa, tras las manifestaciones por distintas causas el último año, hubiera sido un gran desacierto del organismo no hacerlo.
El magno evento arranca, entonces, en medio del estado de emergencia declarado, donde a una semana del inicio, se reportó la cifra más alta de contagios en un día en los últimos seis meses en Tokio: 26 casos entre atletas y empleados desde el 1 de julio.
Se entiende el malestar de más del 30 por ciento de la población en la capital nipona que no querían que se celebraran los JO por miedo al colapso de hospitales, y si tomamos en cuenta que Río de Janeiro sigue esperando el legado olímpico prometido, es justificable.
El que no perdió del todo es el COI, que de no haberse llevado a cabo la justa hubiera tenido que regresar 4 mil mdd en derechos de transmisión que representan el 75 por ciento de sus ingresos.
Al final la espera fue caótica para muchos, pero por ellos, por esos atletas que cumplirán un sueño, aunado a los trabajadores y periodistas que vieron su vida pausada por más de un año, vale la pena todo. _
Jimena Rodríguez