El período neoliberal que comienza en el mundo con la caída del Muro de Berlín en 1989 y en México con la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) en 1994, significó la claudicación del Estado como rector de la economía y promotor del bienestar general para dar paso a un capitalismo salvaje de sálvese el que pueda, en donde el pez más grande se comía al chico y sólo los más fuertes y agresivos sobrevivían.
Sin la presencia del Estado, se regresó a un estado de naturaleza en donde, cómo lo explica Thomas Hobbes, el hombre es el lobo del hombre, luchando fieramente entre sí, sin mediador ni árbitro, en todos los niveles por la supervivencia. Los fuertes prevalecían y los débiles eran oprimidos.
En este sistema neoliberal, sólo se mantenían los más fuertes y agresivos, no necesariamente los más honrados ni los más trabajadores. Las grandes corporaciones desplazaron a pequeños y medianos comerciantes con todo y sus trabajadores, arrojándolos al desempleo, a ocupaciones ilícitas y antisociales como el narcotráfico o la criminalidad, o a la emigración masiva.
En este estado de naturaleza, ante el vacío del Estado, destacaron por su agresividad y éxito económico los diferentes cárteles del narcotráfico que llegaron a controlar regiones enteras del país y que incluso llegaron a penetrar los altos mandos del gobierno, como el caso de Genaro García Luna en el gobierno de Felipe Calderón, actualmente en proceso de ser juzgado en los Estados Unidos.
Es en este contexto de un Estado fallido, que toma el poder ejecutivo en México el presidente Andrés Manuel López Obrador quien, con el apoyo popular, comienza a retomar las funciones del Estado e inicia un proceso pacífico de reconstrucción del Estado Mexicano.
Así, ante un deterioro constante durante los últimos treinta y cinco años, en breves cuatro años la actual administración federal; combate la corrupción; establece enormes programas de transferencia a la población, lo cual tenía un carácter urgente ante el rezago en el nivel de vida ocasionado para la mayoría de las personas por el sistema neoliberal; ubica a las empresas en el lugar que les corresponde, ya no como las controladoras del sistema económico, político y social, sino como proveedoras de servicios valiosos, creando empleos bien remunerados, y contribuyendo con impuestos para obtener ganancias razonables; impulsa obras extraordinarias de infraestructura para detonar el crecimiento económico del país destacando la refinería de Dos Bocas y el Tren Transístmico; retoma las empresas estratégicas del Estado Mexicano como PEMEX y CFE, todo con respeto irrestricto a derechos humanos y a voces disidentes, entre muchas otras cosas más como la estabilidad macroeconómica.
Esperamos todavía un cierre espectacular del presidente López Obrador cuando logre echar a andar la refinería de Dos Bocas, el tren transístmico con sus parques industriales y el tren Maya que detonaran el crecimiento económico de México, ante la reubicación de empresas norteamericanas, canadienses y europeas actualmente ubicadas en Asia y que ahora encontraran en México el mejor lugar para su desarrollo.
Para el presidente López Obrador no hay un mañana, su tiempo es hoy, aquí y ahora, tiene que dar todo el resto que le queda, hacer un cierre espectacular como si fuera Michael Phelps en el cierre del cuatrocientos metros combinados, y bien podría ser que de verdad logre su meta de pasar a la historia como uno de los grandes presidentes de México, al lado de Lázaro Cárdenas, Francisco Madero y Benito Juárez.
Cabe mencionar el cuidado que la población en México debe de tener al elegir el sucesor del presidente López Obrador. Debemos distinguir en quienes quieren regresar como lobos de los que son verdaderos hombres de Estado, patriotas y nacionalistas.
El trabajo continúa, hasta lograr hacer de México, el Japón de América.
Profesor Jesús Torres Gómez.
Profesor de la Escuela Internacional de Derecho y Jurisprudencia.