La próxima semana una vez más Amatlán, Naranjos, Veracruz será el centro de las miradas con el Encuentro de Niños y Jóvenes de la Huasteca, con un festival donde los niños juegan un papel preponderante para dar continuidad a la creación de pequeños músicos tradicionales; recientemente la lista (larga para renombrarla) de concursos, festivales y encuentros sigue en aumento, para bien.
De este mes y el pasado, citaré: el Tercer Festival de la Cultura Huasteca, Xochitlán de Vicente Suárez-Puebla; Fiesta Huasteca en Ixhuatlán de Madero-Veracruz; 18 encuentro del Huapango en Tepetzintla-Veracruz; Atlapexco-Hidalgo; Concurso Nacional de Huapango El Marqués, Querétaro; Festival Nacional de Huapango en Pachuca, Hidalgo; XV Huapango, en Tamalín-Veracruz son solo algunos eventos que se agregan al inventario, sin contar los ya tradicionales en el año, en Amatlán, Veracruz, San Joaquín y Pinal de Amoles, de los más longevos. También llega aunque diezmado el Festival de la Huasteca.
Todo tiene un fin: a un buen comienzo sin duda le sigue una renovación; el Festival de la Huasteca va por su edición XXIII y la alegría -ansiedad de que llegara- se ha transformado en abulia. No a la tradición, aclaro, sino a una fiesta rebasada por quienes aman el huapango y viven inmersos sembrando en la pasión de sus costumbres.
Con la llegada de un nuevo gobierno y el anuncio de austeridad, a pesar de masivos recortes, se perfila -probablemente- la llegada de más empleados de oficina. Que poco o nada saben, de la importancia de estimular la identidad de los pueblos y sus raíces. Dato positivo puede ser el nombramiento del poeta Mardonio Carballo como director general de Culturas Populares.
Sin embargo detrás de estos nuevos puestos (muchos de escritorio), el auto sabotaje, la mecanización o la simple eliminación de programas, sin mediar criterios o valorar el trabajo de aquellos que se la “partieron” por años de ardua investigación.
Ni qué decir: hay políticas exentas de congruencia, cuando se trata de blancos estratégicos para oscuros fines. ¿Qué sigue para un festival flojo en contenido, distante de sus mejores años, falto de difusión y quizá de interés?
El sueño de muchos, percibido por la sensibilidad de unos hace más de 25 años, ha dado sus frutos y sí es verdad, la idea original no se ha extraviado en los millonarios números que se destinan por parte del Programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca, conformado por las seis entidades, y su propósito de “difundir y promover la diversidad de expresiones culturales de esta rica región conformada por 120 municipios; para el fortalecimiento de su identidad étnica y cultural” está, más allá del festival, no dejar caiga esa pléyade de fiestas, que crecieron sin la intervención gubernamental.
Renovarse o morir. ¿Qué sigue para el Festival de la Huasteca?
- Desde la raíz
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Jesús Guerrero Valdez
Tampico /