Política

El rebozo de Luisa, y otros niños

  • Desde la raíz
  • El rebozo de Luisa, y otros niños
  • Jesús Guerrero Valdez

Luisa es una niña de 11 años y su pobre alimentación se refleja en la estatura; con vestido ampón de chillantes colores y sin faltar el rebozo, -le acompañará toda la vida e incluso, podría pasar de generación en generación-, cruza la caliente avenida descalza, con los pies agrietados e insensibles ya, por una piel dura y acartonada. Se apila junto a otras dos niños más. Está lista para trabajar. Pueden aprovechar hasta cinco minutos; tiempo en que el semáforo cambia del ámbar, casi el mismo para ejecutar sus movimientos malabáricos, rutinas día a día, en cada esquina de las transitadas avenidas de Tamaulipas, haga calor o frío; de hacerlo bien, recibirán la recompensa de la temporada en turno, haga frío o haga calor, repito.

Son como fantasmas; un día aparecen en la espesura del asfalto citadino y otro, ya no están. Se evaporan con el calor de junio, julio o agosto o con el intenso frío enero y, nadie sabe cómo ni por qué, al siguiente año aparecen; se escurren desde lejanos lugares como Oaxaca o tan “cercanos” como la Huasteca... y trabajan.

¿Para quién trabajan? ¿Quién los trae o los apadrina? Nadie se pregunta tal ocurrencia.

Con la llegada de la nueva administración en el puerto, pareciera han desaparecido: Tampico es muestra de un programa piloto denominado: “Trabajar no es cosa de niños”, esquema que ha alejado esos paisajes habituales de niños laborando en las calles.

Hasta hace unos meses, sobre todo en época vacacional, los niños de la calles, nómadas, en muchos casos aborígenes que pueblan la extensa geografía de nuestro país, se podían ver en las esquinas de los cruceros; malabares y piruetas aprendidos. ¿Por qué artilugios? Ya no es tan fácil, es cierto, pero ayer precisamente vi y muchos vieron a un adulto subir a sus hombros a un menor en el cruce de Ejército y bulevar, y Ejército con avenida Hidalgo; indígena que a su escasa edad se equilibraba bien, parado en hombros de aquel hombre lanzaba tres pelotas al vacío, como todo un profesional; creo lo vi sonreír, cuando de una de las ventanas asomaba una mano con unas monedas. Mientras él, volvía a su esquina en espera de la próxima luz ámbar, bajo un intenso calor. ¿Cuántos no hemos visto esta escena, y cuánto más tendremos qué seguir viéndola? _

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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