Javier N, como de cariño le puso la PGR a Javier Duarte, logró ser vinculado a proceso la semana pasada. Se le acusa de enriquecimiento ilícito y malversación de fondos durante su mandato en Veracruz. Nada más 3,148 millones de pesos se robó la criaturita. Van para él mis décimas a ritmo de son jarocho:
Qué triste que en Veracruz
la tierra de Agustín Lara
nos quisieran ver la cara
robando así, a plena luz.
Este son me suena a blues
—triste y en modo menor—
porque el exgobernador
no canta bien ni La Bamba
y no sólo hizo mal su chamba:
también fue un mal versador.
Malversó en coplas y sones,
malversó en los estribillos,
pero —eso sí— en los bolsillos
se llevó 3 mil millones.
Según sus declaraciones
guarda “verbal continencia”,
ojalá que en la sentencia
el juez demuestre su ingenio
porque todo su sexenio
fue un acto de delincuencia.
No es el Vale Bejarano,
mucho menos Tío Costilla,
mientras estuvo en la silla
robó a cada ciudadano.
Quiso cruzar el pantano
—como dijo Díaz Mirón—
sin mancharse el pantalón
pero lleva en el plumaje
un olor como a drenaje
a mierda y a corrupción.
Se acerca el 2018
y no creo que en un semestre
el buen Javidú demuestre
talento en el son jarocho.
Versando es peor que Pinocho
—más mentiras que verdades—
como dijo Rubén Blades
la vida te da sorpresas
y el robó con cuatro empresas:
Tevet, Trajan, Terra y Brades.
Al amparo de Los Pinos
—no se explica de otro modo—
Duarte se robó de todo
menos frutsis y pingüinos.
Documentos clandestinos
le sirvieron de soporte,
falso era hasta el pasaporte
y hoy dedica sus esfuerzos
a escribir mejores versos
en el Reclusorio Norte.
Pero el que es malversador
por siempre versará mal
no quiero echarle la sal
pero sería lo mejor.
Propone su servidor
-para no verme tacaño-
que en vez de tanto regaño
contrición y penitencia
el juez le dé la sentencia:
por cada millón, un año.