La semana anterior, el presidente Peña Nieto dio a conocer dos nuevos nombramientos en su equipo de trabajo. Luis Videgaray al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores, quien confesó no saber nada sobre el tema, y María Cristina Cepeda como titular de la Secretaría de Cultura, quien no tiene un título universitario, aunque sí treinta y cinco años ocupando cargos privilegiados en el ámbito de la cultura.
No es de extrañar cuando el propio Presidente de la República plagió su tesis de licenciatura. Por si fuera poco, los sueldos en dichos cargos resultan insultantes para un país con 30 millones viviendo en extrema pobreza.
Cabe preguntarse: si todos los nombramientos van a resultar tan arbitrarios y para ocupar una secretaría bastan las ganas de aprender, ¿de qué sirve entonces la Ley del Servicio Profesional de Carrera, decretada y publicada en el Diario Oficial de la Federación el 3 de abril de 2003?
Detectó la polecía
gracias a las grabaciones
los rostros de esos ladrones
que se han vuelto en estos días
famosos/ Sus fechorías
no tendrán final feliz
cantando con buen matiz
procedo a dar las señales
de los turbios criminales
que están saqueando al país:
A uno lo daban por muerto
hace apenas cuatro meses,
“ya es hora de que regreses”
(le dijo un tuerto a otro tuerto).
Aunque es todavía inexperto
él quiere aprender —¡caray!—
de Canadá hasta Uruguay
tengan cuidado, les pido,
con un ladrón conocido
como Luis Videgaray.
En un interrogatorio
se ofreció un retrato hablado
de una banda que ha operado
adentro del Auditorio
Nacional. Ni el purgatorio
logrará que retroceda.
Mejor, sálvese quien pueda
de la apócrifa doctora
porque es Secretaria ahora
María Cristina Cepeda.
Uno que no es diplomático
y otra que no es licenciada
a nadie le gustó nada
ese montaje mediático.
No suena muy democrático
proceder de esa manera,
siempre llenan la cartera
en su propio beneficio
¿y en dónde quedó el Servicio
Profesional de Carrera?
Y hablando de esas cuestiones
van con el mismo estandarte
Humberto Moreira, Duarte,
y otros cuarenta ladrones.
Sueldos de lujo, pensiones
millonarias —no morralla—
son el botín más gandalla
y otra forma de violencia:
eso sí que es delincuencia
no robarse una pantalla.