El pasado jueves 13 de julio fue cumpleaños de Guillermo Velázquez, un pilar de la música tradicional en nuestro país. Gracias a su labor —cuatro décadas tocando y echando versos lo mismo en bautizos y fiestas de la Sierra Gorda que en giras por Asia, Europa, América Latina o África— ha pueso el Huapango Arribeño y su estrofa predilecta, la décima espinela, literalmente en boca de todos. Van para él estos versos con nuestar admiración y amistad.
Juglar de Fiesta y Quebranto
DJ de la Sierra Gorda
que en su versada desborda
la poesía y el canto.
Antagonista del llanto
toca —a la vejez— vihuela,
clava en la rima su espuela
y ya en la vida inmerso
para decantar el verso
PONE EL DEDO EN LA ESPINELA
Por San Ciro y Agua Zarca
—yo lo he visto, no es mentira—
rodando en más de un gira
junto con Dante y Petrarca.
Hoy tiene a raya a La Parca
y a La Vida —su gemela—
la interroga, la interpela
y con versos de aporreón
para decantar el son
PONE EL DEDO EN LA ESPINELA.
Lo he visto topar sin miedo
él solito y sin ayuda
frente a Vallejo, Neruda,
Octavio Paz y Quevedo.
Darles testimonio puedo
de que el diablo —con cautela—
evita verlo en la duela
y lo evade en la tarima
porque él no admira la rima
PONE EL DEDO EN LA ESPINELA.
El fundador de los Leones
abrevó desde pequeño
del manantial arribeño
que son jarabes y sones.
Por eso es que en sus pregones
todo Xichú se rebela,
no es falsete y lentejuela
sino valor que se planta
y en cada verdad que canta
PONE EL DEDO EN LA ESPINELA
Ni polvos de aquellos lodos
ni “estoy muy viejo y enfermo”
seguro que tú, Guillermo,
nos vas a enterrar a todos.
La vida, de todos modos,
es solamente una escuela
tarde o temprano la vela
se apagará y en la fosa
seguro dirá una glosa:
“PUSO EL DEDO EN LA ESPINELA”