La semana pasada, el 29 de septiembre para ser precisos, Mafalda cumplió medio siglo de vida. Más que un cómic, Mafalda representó para mí una ventana al mundo: después de conocerla, Vietnam, los Beatles, Fidel Castro y la ONU comenzaron a formar parte demis juegos infantiles. Van estas décimas dedicadas a la niña pacifista y a mi madre, María del Rocío Aguirre, que hace 32 años me presentó a la pandilla de Quino.
Aprendí a leer muy niñomi madre fue mi maestraella me puso la muestracon paciencia y con cariño.Me dijo, haciéndome un guiño:“Un libro no da la espalda”y abriendo sobre su faldaun cuaderno de historietasme señaló las viñetasy dijo: “Ella es Mafalda”
A los cinco años de edadme hice cowboy con Felipeme contagiaron la gripeSusanita y Libertad.Fue creciendo la amistadsin pautas ni protocoloy cuando me sentía solocon las páginas abiertasme recibían las ofertas del “Almacén Don Manolo”.
Así se volvió la sopala peor de las comidasy a las Naciones Unidasfui con Mafalda y su tropa.Viajé por Asia y Europaescuchando el noticiario y junto a Felipe a diariome sentaba en las banquetasa leer las historietasdel Llanero Solitario.
Más de treinta años despuésla cosa no es diferentese terminó el Siglo XXy el mundo sigue al revés.Peroaún, de mi niñez,-y sé muy bien lo que digo-conservo siempre conmigorecuerdosde un libro viejoy a diario escucho el consejode Mafalda y sus amigos.
