Ya hace rato que se van perfilando los candidatos para las elecciones presidenciales en 2018. Y aunque estoy convencido de que los problemas de México no pueden resolverse en las urnas, la disputa por las candidaturas habla mucho de nuestra capacidad para organizarnos y construir un diálogo nacional más allá de nuestras diferencias.
En ese tenor, el EZLN anunció que postulará una “candidata independiente”, que no contenderá por el poder, sino para frenar la destrucción de las comunidades Zapatistas. Ante tal comunicado, respondió López Obrador que “están en todo su derecho, pero el pueblo nos está apoyando en Chiapas y en todo el país. La única esperanza es MORENA, aunque no les guste a muchos”.
A tiempo estamos todavía de no repetir errores. Y hablando de proselitismos, permítaseme anunciar que ya está a la venta en la librería del Museo Arocena de Torreón el libro CORTANDO RÁBANOS con las décimas publicadas en esta columna los últimos dos años y un disco de regalo. Dicho eso, voy al huerto:
Es pluralidad de ideas
y apertura en el discurso
no una fuente de recurso
reciclando panaceas.
No es fomentar las peleas
por ver quien come del plato
ni el argumento barato
que divisiones produce,
la izquierda no se reduce
solamente a un candidato.
Apuesta por la utopía
que intenta ser realidad,
cerillo en la oscuridad
y acción frente a la apatía.
Práctica, más que teoría,
contrapunto, más que ruido,
memoria contra el olvido,
candil más que dinamita;
la izquierda no se limita
al discurso de un partido.
Es dar pruebas de congruencia
entre lo dicho y lo hecho,
no busca el propio provecho
argumentando experiencia.
Ni fomenta la violencia
ni cultiva confusiones,
hace valer las lecciones
del pasado en el presente;
la izquierda no es solamente
un hueso en las elecciones.
Ni ceguera militante
ni voto incondicional,
el diálogo nacional
es más que un blanco elefante.
Escucho al subcomandante
y el discurso de Obrador
pero todo alrededor
me grita que no lo olvide:
si la izquierda se divide
México es el perdedor.