Este fin de semana, gracias al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, volvió a emerger el tema de los paraísos fiscales.
Aunque en sí los paraísos no son ilícitos, el secreto bancario propicia acciones que sí lo son, como al cleptocracia y el lavado de dinero; además de que favorecen a la desigualdad social y la distribución injusta de la riqueza. Van aquí unos versos alusivos al tema:
Hay quien guarda su dinero
adentro de un calcetín
o en el fondo del jardín
lo esconde en un agujero.
Hay quien guarda el monedero
en su escote, por temor,
y hay quien -con menos pudor-
se hace experto en inversiones
para esconder sus millones
en las empresas Offshore.
Hay quien tramita una beca
una tanda, un prestamito,
o llena, poco a poquito,
la alcancía que estaba hueca.
Otros, en el Banco Azteca
no pueden hacer su abono
no estoy cambiando de tono
pero si esa veta eligen
no sea que los descobijen
como le hicieron a Bono
Algunos, por precaución,
esconden unos billetes
en el tanque del retrete
o debajo del colchón.
Hay quien tiene la ocasión
de robarle a su mamá
el monedero y se va
a invertir sus capitales
en paraísos fiscales
como Suiza o Panamá.
Hay quien guarda en un abrigo
sus dólares de emergencia,
hay quien recibe una herencia
pero finge ser mendigo.
Hay otros que a algún amigo
venden por treinta denarios
y hay quien protege a empresarios
con arreglos deshonestos
para no pagar impuestos
como nuestros funcionarios.
El mundo es muy diferente
para el pobre y para el rico,
que el grande se come al chico
es lo que dice la gente.
Millonario o indigente,
en WallStreet o en cochinito,
invertir no es un delito
ni una prueba de inocencia:
ya cargará en la conciencia
cada quien su guardadito.