No me cabe duda que Joaquín Sabina ha sido, a través de sus sonetos y canciones, un promotor incansable de las virtudes de nuestro idioma. Van para él estos rábanos, hoy que osa profanar con sus plantas nuestro suelo:
Pongamos que en la cantina
hablo de una acusación
que involucra a un tal Ramón
en vez de a Joaquín Sabina.
Pongamos que es su oficina
del Río Bravo al cono sur,
que es del verso un gran tahúr
y que su mejor coartada
para engañar a la almohada
es irse otra vez de tour.
No niegues, Ramón Martínez,
tu parte en esta movida
que aquí en la tierra de Frida
el diablo no anda en patines.
La trompeta y los violines
ya hacen sus preparativos,
de tus actos delictivos
tenemos todo un reporte;
para llevarte a la corte
hoy nos sobran los motivos.
Se te acusa de escribir
sonetos de madrugada
—no se ha tragado una espada
sino un lápiz el faquir—
El agravante es seguir
los pasos de José Alfredo,
brincar de luces al ruedo
reorganizar tus escombros
y después salir en hombros
junto a Sor Juana y Quevedo.
Te acusa la fiscalía
de grafittear la libreta
y silbar en la banqueta
de Calle Melancolía.
Tienes cargos de herejía
(y de eso no quedan dudas)
por traficar con agudas,
con esdrújulas y graves
te persiguen —bien lo sabes—
las casadas y las viudas.
Tienes derecho a cantar
sin permanecer callado
y junto a Benjamín Prado
hacer de Praga tu hogar.
Se te acusa de ir al bar
en horas poco habituales
y para colmo de males
con permiso de la Jime;
de esa faena sublime
es testigo Ángel González.
No niegues que con Chavela
recorriste un bulevar
de sueños por descifrar
porque era tu alma gemela.
Hoy mi décima espinela
te está tendiendo una trampa:
saca, torero, la estampa
y escucha a portagayola
tu música en la rocola
del legendario Tenampa.
Es por todo lo anterior
y más, que aquí se te acusa;
por jugar Ruleta Rusa
con un verso en el tambor.
Pisa el acelerador,
saca de la funda el sable
o agarra en la lluvia un cable
con el que tus líneas rimen:
si ser poeta es un crimen
sin duda tú eres culpable.