Por segunda vez en esta columna traigo a una voz invitada. En esta ocasión se trata de Guillermo Velázquez, institución a nivel mundial sobre la décima y el huapango, músico y cronista del México contemporáneo, quien nos comparte su opinión sobre el hermetismo de Bob Dylan ante la designación del premio Nobel. Comparto con gusto:
¡Qué pena por la Academia!
(comprendo bien su embarazo)
es insólito este caso
-¡y más cuando el tiempo apremia!-.
En las redes hay pandemia
de opiniones a placer,
posteos y tuits por doquier,
se estrella una sonda en Marte
y Bob Dylan por su parte
ni habla ni se da a querer.
Dylan, ¡el super star!,
Dylan, ¡el forever Young!
¿where is he, Mao Tse tung,
Kerouac, Ginsberg, Ringo Starr?.
¿Dónde poderlo encontrar,
Hillary, Trump, William Tell?
¿Sabe que ganó el Nobel
y hace “push” en stand by?
¡CIA, INTERPOL y FBI
no han podido dar con él!
Lo debieron de advertir:
no es microbio de probeta
Bob es un juglar poeta
no es un jeque ni un emir.
Ya lo acaban de decir:
“Dylan es muy poco amable”,
pero entiéndanlo, no es viable:
con un Jokerman como ese
no funciona el GPS
¡nunca está localizable!.
¿Quieren un “tip” oportuno
los académicos suecos?
no escriban renglones chuecos
y salgan ya de su ayuno.
Bob Dylan, como ninguno,
sigue cantante y sonante
y aunque sea una interrogante
este tejedor de glosas,
por sobre todas las cosas
es una piedra rodante.
¿No será –y pongo a resguardo
los extremos que se toquen-
que si every thing is broken
todo puede ser un cardo?.
¿Qué esperaba de este Bardo?
¿what is she waiting still?
¿no es Dylan Buffalo Bill
cantandole a la Academia
que con el Nobel lo premia:
“¡Hi, Princess! ¿How does it feel?”
