Con cariño para mi padre, Antonio Rodríguez —el Pelón Galindo— que mañana cumple setenta.
Allá en el 47
en la ciudad de Torreón
nació —dicen— el Pelón,
y en su casa hubo un banquete.
Permítanme que decrete
que esa hoja amarillenta
que está llevando la cuenta
no es su acta de nacimiento
sino un reconocimiento
por llegar a los setenta.
Yo recuerdo en mi niñez
que de enseñar tenía el don
porque fue su vocación
dar clase en el I.T.A. 10.
Puso un despacho después
—ya cumplidos los cincuenta—
de sus hazañas da cuenta
el reloj, y es su prestigio,
ganarle al tiempo un litigio
por llegar a los setenta.
Y siento un escalofrío
cuando recuerdo mi infancia
—es cierto, no hubo abundancia—
pero tampoco hubo frío.
De la mano de Rocío
pasó más de una tormenta,
en su ejemplo me doy cuenta
que amar es un intervalo
y hoy Dios les hace un regalo
por llegar a los setenta.
Si hoy en día soy trovador
es porque cuando pequeño
mi padre me inculcó el sueño
de hacer un mundo mejor.
Él me enseñó que el valor
es hacerle al miedo afrenta,
que en la vida lo que cuenta
no es el poder, ni el dinero,
y hoy sé que es todo un guerrero
por llegar a los setenta.
En el camino contemplo
la estrategia que trazaste
porque tú nos educaste
no a gritos: con el ejemplo.
Por eso hoy mi lira tiemplo
como el Sargento Pimienta
soy bardo, esa es mi herramienta,
y alegre con sotol brindo
en tu honor, pelón Galindo,
por llegar a los setenta.