Casi una semana ha transcurrido desde que la periodista Dolia Estevez diera a conocer fragmentos de la conversación entre Peña y Trump. Imposible pensar que en esos niveles de gobierno no se graben todas las conferencias telefónicas. No es un saludo entre comadres, sino negociaciones en las que se juega el destino de millones de seres humanos. Y si no nos quieren dar a conocer todo lo que se dijo será porque, como decía mi abuelita “gallo que no canta, algo tiene en la garganta”. Por lo pronto ellos aseguran…
Que ambos hablaron largo y tendido
dando argumentos sobre el tratado
que si no tienen nada grabado
no fue por majes, fue por descuido.
Pero en los medios ha trascendido
que Trump gritaba, estaba molesto,
Peña asentía: ¡sí, por supuesto!
y en vez de darle pa’ atrás al muro
le puso precio a nuestro futuro
desde un teléfono descompuesto.
Que no faltaron las amenazas
de mandar tropas a nuestro suelo
porque en el fondo tiene el anhelo
—y así lo expresa el gringo bocazas—
de esclavizar a todas las razas
y en cada humano mira un obrero;
piensa que puede, con su dinero,
brincarse fácil todas las trancas
y que si manda en la Casa Blanca
ya es presidente del mundo entero.
Está cerrando con tres candados
la puerta negra de su egoísmo
niega las visas para el turismo
tampoco admite a los refugiados.
Pero el sí quiere mandar soldados
a nuestras tierras —y no te asombres—
Peña, si pronto pide que alfombres
para Melania también Los Pinos:
ya en su incongruencia nuestros vecinos
nos etiquetan de ser “Bad Hombres”.
Peña, no entiendo cómo te atreves
a hacer llamados “por la unidad”
seguirá en duda tu autoridad
si no practicas lo que promueves.
Oigo las notas de Dolia Estevez
—son periodismo claro y maduro—
y en mis adentros yo conjeturo
que si no quieres decir ni mú
no hay diferencia entre Trump y tú
porque el silencio es también un muro.