No es una graciosa concesión, como intenta hacer ver la bancada de Morena al rechazar la segunda vicepresidencia para la diputada Delfina Beatriz de los Santos, ni tampoco una violación a la paridad, al no incluir hombres en la conformación de esta nueva mesa directiva del tercer año de la Legislatura 75 del Congreso del Estado de Nuevo León.
El nombramiento de la diputada Lupita Rodríguez como presidenta de la mesa es no solo acatar la paridad de género, sino también el reconocimiento de una trayectoria que no lo tiene ninguna de sus actuales compañeras de Legislatura, como en su momento lo tuvieron la extinta Consuelo Botello en el PAN o lo sigue teniendo hoy María Elena Chapa en el PRI.
Será muy difícil tener contentas a todas las fracciones, pero también a las diputadas y diputados en lo individual que esperaban una nueva lógica en el reparto del pastel político que es el Congreso del Estado.
El tamaño de las rebanadas, en todo caso, tiene que ver con las habilidades políticas de cada diputada y diputado, y sobre todo, de cada coordinador de bancada, más allá del género, de los principios de paridad y de su ideología o partido político.
En esa tribuna de los debates que es el Congreso del Estado gana las batallas no el mejor orador, sino el que tiene mejores dotes para convocar, ser escuchado, conciliar, consensuar y sobre todo conocer el entramado del aparato legislativo.
Pero más allá de justificar el nombramiento como presidenta de una las fundadoras del Partido del Trabajo, porque sus méritos no están a discusión, esta Legislatura 75 pasará a la historia por ser la primera con paridad de género, mas no por contar con buenos debatientes, de esos que eran capaces de remover la objeción de conciencia y posponer una votación por días o semanas hasta que el tema se enfriara. De esas diputadas y diputados ya no hay.
Es más bien un Congreso de intercambio de favores, de préstamo de diputados y del sacrificio de siglas y de ideologías, con una izquierda disléxica en apoyo de causas conservadoras, como la objeción de conciencia al servicio de los peores prejuicios y la doble moral.
Hoy es el tiempo de las mujeres en la mesa directiva del Congreso. Buena oportunidad para resarcir errores, dar cátedra y dejar huella.