Psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas no se ponen de acuerdo sobre la plena salud mental y prefieren hablar de una normalidad más acorde a la curva estadística de distribución normal, que al perfil de un sujeto mentalmente sano.
Mañana se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental y el recuento de la Organización Mundial de la Salud no es nada halagüeño ante el confinamiento a que nos obliga, desde hace siete meses en Nuevo León, la pandemia por covid-19.
“El Día Mundial de la Salud Mental es una oportunidad para que el mundo se una y comience a remediar la desatención de la que ha sido objeto la salud mental.
“Ya estamos viendo las consecuencias de la pandemia de covid-19 en el bienestar mental, y esto es solo el principio; a menos que nos comprometamos seriamente a aumentar la inversión en salud mental las consecuencias sanitarias, sociales y económicas tendrán un gran alcance”, expresó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en vísperas de la conmemoración del Día Mundial de la Salud Mental.
En una pandemia como la que atravesamos, las señales del deterioro de la salud mental se hacen evidentes muy rápido en los entornos familiares y de pareja con el incremento de la violencia y los divorcios. Y ante una gradual reactivación de las actividades económicas, también se refleja en los ambientes laborales.
Pero el deterioro en la salud mental del mundo que nos dejará la pandemia impactará incluso muchos años después y no será sencillo de calcular hoy, con millones de niños desatendidos en su educación, luego de que sus padres han ido regresando gradualmente al trabajo.
Y los millones de jóvenes que enfrentan, aun cursando carreras universitarias, un futuro incierto ante las consecuencias económicas que dejará la pandemia.
Por eso la próxima pandemia será de depresión ante las carencias económicas, pero sobre todo afectivas en un mundo tan urgido, hoy mismo, de contacto físico, de cercanía, de convivencia con sujetos reales y sobre todo, tan cercano a la angustia de muerte que genera el covid.
El cúmulo de secuelas que dejará en el planeta será incalculable, si los gobiernos no atienden hoy mismo, a nivel terapéutico y preventivo, la salud mental de los ciudadanos.