No cabe duda que la experiencia de vida no se compra, ni con dinero ni con poder. Solamente la dan los años, la paciencia, la constancia y sobre todo la humildad que llega a medida que entendemos lo poco que sabemos, a pesar del tiempo transcurrido.
Por eso sabiamente en la Roma antigua se decía que los viejos (senectus) al consejo de ancianos, el Senado en castellano, integrado por los ciudadanos de más experiencia y sensatez.
Vale la reflexión en el marco de la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a favor del Poder Ejecutivo de Nuevo León y en contra del Congreso del Estado.
Es una lección de derecho constitucional para juristas, diputados y hasta ciudadanos interesados en el manejo del gobierno. También de política pura para quienes piensan que lo han visto todo, y por ende, lo saben todo.
Habrá quienes digan que Jaime Rodríguez manipula y utiliza el poder para inclinar la balanza de la ley a su favor, pero en este caso particular, se trataba de defender no solo su puesto como mandatario, sino la institución del Poder Ejecutivo ante un Legislativo que intentaba violentar la autonomía de los poderes al erigirse en juez para sancionarlo.
Queda claro que los abogados del mandatario fueron más doctos que quienes pudieran haber asesorado al joven senador Samuel García Sepúlveda y a los 42 diputados locales. Todo resultó un despropósito jurídico, luego de que la Corte descalificara el procedimiento sancionatorio.
Se nota la experiencia del abogado Ricardo Tamez Flores, quien encabeza la defensa del mandatario estatal y de su secretario de gobierno, Manuel González, porque sin tanto aspaviento mediático, ganó una controversia constitucional en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Entrevistado por el periodista Orlando Maldonado, tampoco festeja lo que sin duda es un triunfo jurídico que debería enorgullecerlo, sino por el contrario, se muestra sensato y pide a las partes esperar las instrucciones que en breve agregará el máximo tribunal a la sentencia que dictó este miércoles.
A Tamez Flores no le corre prisa como a los abogados jóvenes. Sabe, al igual que Jaime Rodríguez, que el tiempo es su mejor aliado en lo que les falta por recorrer… porque no les alcanzará el sexenio.
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