La noticia de que durante 2017 un promedio de 113 personas al día solicitaron el divorcio en Nuevo León, que representa más del 60 por ciento de quienes piden casarse, habla de que el matrimonio es una institución en quiebra, una forma de contrato civil que comienza a caer en desuso.
Y los divorcios se incrementan en parte porque las nuevas generaciones son menos comprometidas con los vínculos, sin importar que existan firmas, argollas, lazos y demás ataduras.
Se elevan también porque ya entró en vigor en Nuevo León la modalidad de divorcio incausado o exprés, porque no es necesario expresar los motivos de la separación, ni que lo soliciten los dos cónyuges, basta con uno.
Pero además de los divorcios entre parejas, parece haber otros divorcios sociales, sobre todo en estos meses que el país atraviesa de nuevo una crisis de violencia que no habíamos visto desde los años 2010 y 2011, e incluso el 2012.
De entrada, parece haber un divorcio de nuevo entre la seguridad real y la efectividad de las policías preventivas, porque los brotes de violencia en todo el país han elevado las cifras de muertos diarios.
Hay también un divorcio entre los argumentos oficiales y la expectativa de la sociedad sobre la respuesta del gobierno a la crisis de violencia e inseguridad.
Decir que Elba Esther Gordillo, una anciana de 73 años sometida a prisión domiciliaria, es un peligro para la seguridad del estado mexicano, parece un chiste, pero es a la vez un divorcio de la inteligencia colectiva.
Solo falta que salgan a decir que los capos del crimen organizado, libres y armados hasta los dientes, ya nos tienen de rodillas a todos. Pero saben hasta donde estirar la liga.
Parece que se divorcian de la realidad y eso en palabras vulgares es estar locos. Pero una cosa es que se hagan locos y otra muy diferente es que lo estén.
Mientras tanto, la violencia y el crimen organizado no duermen y por eso hoy habrá de nuevo muchos ejecutados en todo México.
Esa es la cruel realidad que nos amenaza y nos vuelve locos a todos.