El 2024 será un año eminentemente político y electoral. Su importancia radica no sólo en los 20 mil 375 cargos a elegir, sino que también porque se hará evidente la necesidad de modificar en la reforma que seguramente habrá el próximo año algunos de los siguientes puntos: 1.- períodos y duración de las precampañas y campañas, incluyendo en las primeras los procesos partidarios internos para la elección de sus “coordinaciones”, que en realidad fueron precandidatos únicos, fuera de los plazos establecidos para las precampañas; 2.- Reducir monto y modificar criterios del financiamiento público a los partidos políticos. No debe haber otra elección en la que los partidos reciban seis mil 609 millones de pesos para sus actividades ordinarias y otros tres mil 304 para gastos de campaña; 3.- reducir el número de diputados y senadores; sobre todo el de regidores que rebasarán los 18 mil a elegirse en este año (tan solo en Jalisco serán mil 231); 4.- introducir la urna electrónica y modernizar los procedimientos de organización y cómputo. No se justifica contratar cada tres años casi 50 mil capacitadores y supervisores electorales para preparar funcionarios de casilla que cambian en cada elección); y 5.- Eliminar la duplicidad de los organismos electorales tanto en lo que respecta a 32 OPLES y un organismo nacional, como también si vamos seguir teniendo (tanto a nivel nacional como estatal) dos organismos electorales, uno administrativo y otro jurisdiccional, o si transitamos a un solo organismo que asuma las dos funciones, como ocurre en varios países del mundo.
La próxima reforma electoral debería incluir como principios rectores de la función electoral la simplicidad y la austeridad. Los más de 27 mil millones de pesos que en este año se destinarán al INE y los más de 12 mil millones de los organismos electorales locales duplicados, no inciden de ninguna manera en el grado de satisfacción con nuestra democracia.
Debe incluirse en la ley la obligación de los partidos de practicar la democracia. Ojalá nunca vuelva a repetirse el grotesco espectáculo de que el senil dueño de un partido utilice parte de los casi mil millones de nuestros impuestos para producir un video en el que, disfrazado de Darth Vader cínicamente anuncia el dedazo para definir su candidato presidencial; y el del frívolo joven gobernador que impone a su esposa como candidata a presidente municipal de la capital de ese estado.