El primer gran acierto del PRIcámbrico temprano fue no dejarse intimidar por temas tan nimios como los derechos humanos, los políticamente correctos y el acoso sexual para el ejercicio portentoso de su gran plan para conquistar el mundo. Cualquier otro partido hubiera caído en el garlito, más aún después de recuperar Los Pinos, luego de la estela atroz que dejara Jelipillo Calderón a su paso por el poder, donde los derechos humanos no fueran ni para los humanos ni para las ratas (bueno, para ellas sí), pero los choznos de don Plutarco se saltaron todas las trancas porque YOLO. Y les ha funcionado de una manera tan pareja y maravillosa, que entre más noticias tenemos del vituperio de atracos, desfalcos, socavones, casas blancas y demás, menos funcionarios caen y a los que agarran siempre les alcanza para su Amparito Arozamena.
En tierra de Moreiras, Javidús, Borges, Lozoyitas y padrotes Padrés con Ruiz Esparza incluidos, el amparo es la ley.
Una delicia que encuentra su momento cumbre en algo que pensé Dios no me iba a permitir gozar en vida: el regreso con gloria, en pleno Día de Muertos que se pasaron de vivos, de uno de los personajes más entrañables y queridos de la historia moderna del México de mis narcorrecuerdos, Catémoc Gutiérrez de la Torre, El Rey de los Topo Gigios, que después de haber sufrido una terrible persecución por parte de gente malévola y sin criterio que no comprendió que lo suyo no era el reclutamiento de personal sino el casting para su livin’ la vida loca.
A un hermano lobo no se le abandona a su triste suerte en manos de la histeria feminista, el señalamiento de los ombudsman ni mucho menos ante el rencor de los resentidos sociales.
Estoy seguro de que ahora todos aquellos que lo defendieron con razón y valentía no solo aplauden que gracias a Eruviel Ávila (al que podemos recordar por películas como El Tatos en la loca academia de reclusorios del Edomex y En el tren pa’ Toluca me voy, su costo no tiene regreso”) y a la operación, dicen, de Don Beltrone, Don Catémoc Gutiérrez, ese gran estadista, haya vuelto al PRI de CdMx, de donde nunca debió de haber salido.
Una medida fabulosa y espléndida que aplauden desde Hollywood grandes del gremio como Harvey Weinstein, Bill Cosby, Dustin Hoffman y Kevin Spacey. Bueno, incluso parece que los 200 Tatos que medran en los reclusorios de la patria no pueden estar más contentos.
Ya con esto me siento más seguro que un edificio del Tec de Monterrey.