Mientras la Liga Mx está inmersa en plena limpia de agremiados descendidos y negando ascensos (tema del cual escribí el miércoles), el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, sigue cambiando el panorama del balompié global con más competiciones e involucrando a un mayor número de naciones y equipos.
Una de sus grandes apuestas fue incrementar el cupo mundialista a 48 equipos, a partir de 2026, y con su respaldo el VAR gana cada vez más terreno para evitar polémicas arbitrales. Es muy probable que la primera versión de 48 equipos sea albergada por tres naciones en la candidatura norteamericana conjunta para 2026, otra innovación sin precedente.
Junto con Marco van Basten como director de desarrollo técnico en la FIFA, Infantino también estudia varias modificaciones a unas reglas que resistieron el paso del tiempo y el avance de la tecnología. Una necedad de evolucionar para minimizar el riesgo de cualquier cambio a la gallina de los huevos de oro.
En ese sentido, la innovación de Gianni Infantino contrasta con el desinterés de sus predecesores, más preocupados por llenar sus arcas que por el bien del juego; como el eslogan de la FIFA leía hasta hace unos años.
La estrategia Blatter iba siempre a la segura y estaba enfocada en adquirir y ‘oficializar’ competiciones exitosas de terceros; algunos ejemplos de cómo el suizo solía extender los tentáculos de la FIFA incluyen convertir la Copa Intercontinental en el Mundial de Clubes, la Copa Rey Fahd en la Confederaciones e incluso la Copa de las Naciones Danone en el Mundial Infantil.
La más reciente iniciativa de Infantino es la Liga de las Naciones, un Mundial de apenas ocho equipos que se disputaría cada dos años. El proyecto se planteó el lunes en la sede de la FIFA en Zúrich a representantes de las seis federaciones continentales con el atractivo gancho de bolsas millonarias.
Para organizar esta competición y garantizar los premios, la FIFA se estaría asociando con un aliado que ha puesto sobre la mesa una garantía de ingresos por alrededor de 25 mil millones de dólares durante 12 años. El objetivo es replicar la Liga de Naciones de la UEFA con una versión global, en la cual competirían más de 200 equipos nacionales en ciclos de dos años.
El año pasado, la UEFA, donde Gianni Infantino se desempeñaba como secretario general hasta su elección a FIFA en 2016, desarrolló un plan para una Liga de Naciones que comenzará en septiembre como un intento de revolucionar el futbol internacional; la fórmula no es tan compleja como parece y consiste en reemplazar los partidos amistosos o moleros con partidos más competitivos.
El espejo global de la FIFA comenzaría con grupos de clasificación regionales. Después se celebrarían Liguillas intercontinentales en siete divisiones. Los mejores ocho equipos de estos cruces competirían en un torneo con naciones de los cinco continentes. La información indica que en este Mundialito participarían tres países europeos y dos de América del Sur; sin embargo, para representar a los cinco continentes, las tres naciones restantes tendrían que llegar de África, Asia y Oceanía. No está claro donde queda la Concacaf, o si una de las dos plazas para el continente americano se disputaría entre nuestra confederación y la asociación sudamericana.
El torneo se disputaría en una sola sede bajo un formato relámpago de hasta un mínimo de ocho días durante octubre o noviembre en años impares para no cruzarse con la Copa del Mundo y la Eurocopa. (La periodicidad de la Copa América es otra historia).
La distribución de premios favorece a los equipos europeos, que podrían acumular una bolsa de hasta 75 millones de dólares para un ganador europeo; más del doble de los 35 millones que Alemania ganó al levantar la Copa del Mundo en 2014 y los 38 millones que ingresará el triunfador de este verano en Rusia.
La propuesta, como la gestión de Infantino, difiere radicalmente de los tentáculos de Blatter; el plan agrega que el financiamiento también permitirá a la FIFA expandir el Mundial de Clubes a 24 equipos en una edición celebrada cada cuatro años con una bolsa de 3 billones de dólares en premios.
Esta versión masiva de la otrora Copa intercontinental reemplazaría a otra de las adquisiciones del suizo Blatter: la Confederaciones. Infantino insiste en que estas competiciones no pretenden sustituir la Copa del Mundo y, con ello, pretende obtener la aprobación del consejo ‘Jedi’ de 37 miembros de la FIFA; el cual determina el destino del balompié global.
La tentadora propuesta garantiza partidos de nivel competitivo para más selecciones e ingresos significativos, fórmula mediante la cual la distribución de los 25 billones de dólares entre 211 naciones y seis confederaciones favorecería un mayor desarrollo del balompié a nivel global.
El futbol crece y el balompié en México va en sentido contrario; algo que no sorprende en un país con índices de crecimientos irrisorios cuando cuenta con extraordinarios recursos naturales, humanos y materiales.