Cultura

Tres librerías

  • Ruta norte
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  • Jaime Muñoz Vargas

Pienso en las librerías que de joven me cupieron en suerte como lector de estos torreonenses rumbos. 

Creo que son básicamente éstas: Librolandia, la Librería de Cristal y Unicornio. 

Añadiría otras tres a las que visité menos porque, aunque tenían buen surtido, su sistema de venta impedía manosear directamente: 

Faedo, Renacimiento y Astra-Leph, espacios donde un mostrador obligaba al cliente a preguntar si tenían tal o cual obra, lo que en mi caso desalienta el ánimo que da explorar y descubrir motu proprio.

Creo que la primera librería a la que llegué por inquietud personal, no forzado por exigencias académicas, fue Librolandia. Estaba exactamente donde hoy está la librería Del Estudiante, sobre la Morelos entre Acuña y Rodríguez. 

Si bien tenía colocados sus libros en mesas y anaqueles de pared, apenas entraba el cliente cuando de inmediato algún joven despachador lo abordaba para preguntar qué libro requería. 

Pronto aprendí ahí a decir “ninguno en especial”, y así me sacudía la incómoda atención e indagar luego a mis anchas. 

Pasé allí muchas horas, pues pronto supe también que parte del encanto de comprar libros radicaba en leer solapas, índices, contratapas, algo del contenido, y después de una selección a veces amplia de ejemplares debía llegar al discrimen motivado por mis precariedades económicas. 

Muchas veces tenía cinco o seis libros a la mano, pero por los precios debía seleccionar sólo dos, de modo que el debate interior se hacía intenso. 

Nunca olvidaré que en ese sitio compré mi primer libro de García Márquez, un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba horriblemente editado por Oveja Negra.

Creo que me tocó la última etapa más o menos buena de la Librería de Cristal. Su sucursal en Torreón estaba en la Morelos esquina con Falcón, y en su espacio pasé decenas de horas, tantas que a veces tengo la impresión de que fue mi segunda casa. 

Su mayor encanto, para mí, era que al lado de los libros recién publicados y por ello caros, solía tener amplias mesas de saldos con libros casi regalados. 

En una de esas mesas hallé, por ejemplo, casi cien títulos distintos de la Serie Del Volador, de Joaquín Mortiz, que ampliaron de golpe mi idea de la literatura mexicana más reciente. 

En 1982 lejos estaba de pensar que en 1999 yo iba a publicar en esa serie, pero así fue. 

De la Unicornio sólo digo que estaba en el anexo del TIM, y allí, gracias a Felipe Garrido, tuve acceso a la mayor parte de mis libros con el sello del FCE, lo cual es muchísimo decir.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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