Hay una soledad imbricada en la creación y el misticismo. Es donde emergen los soliloquios más trascendentales. Representa la metáfora del propio reencuentro, encontrar el propio centro o “ascender a la montaña”. Sin embargo, también existe la faz oscura, la que daña y hiere, la que devasta.
Un estudio con 46.000 participantes en todo el mundo es tajante: los efectos más adversos de la soledad son en hombres jóvenes que viven en una sociedad individualista, como la del Reino Unido o Estados Unidos, respecto a países como México, China o Brasil por ejemplos.
La soledad se deriva de la sensación de que las conexiones sociales no son tan buenas como se desea. Dada las diferentes expectativas que tienen las personas, los jóvenes e idealistas asumen una mayor percepción de la soledad negativa.
Ahora, ya que existe la conciencia de que admitir sentirse 'solo' puede ser especialmente estigmatizante para los hombres y quienes viven en sociedades individualistas, la soledad parece recrudecerse en ellos.
Aunque las personas más jóvenes pueden usar mejor la tecnología para acceder a las relaciones sociales, también se sabe que cuando esto se hace como un sustituto, en lugar de una extensión de esas relaciones, no se mitiga la soledad.
¿Por qué una misma condición puede afectar de manera diferente a la persona? Esencialmente porque la perspectiva que se tiene de “estar solo” tiene representaciones diferentes para cada uno. Algunos asumen que es parte de la libertad y para otros representa aislamiento. La manera en la que enfocas las posibilidades de reafirmación vuelve a la soledad en aliada o perniciosa, incluso más que la obesidad.
En gran parte, la perspectiva de la soledad está arraigada en peligrosos estereotipos. Se vuelve sinónimo de abandono, reprobación o rechazo. Es el castigo por no “pertenecer” a un grupo o asumir sus modelos y normas. Es una conducta explícita del “tú no”. Y esa exclusión hiere.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y se reafirma la propia individualidad, el juicio de los demás se vuelve menos trascendental o significativo. Poseemos una versión más fidedigna de nosotros mismos y una perspectiva más realista de las interacciones con los demás.
Dado que las mujeres solemos compartir con más facilidad sentimientos y emociones, las conversaciones suelen ser más trascendentes respecto a la que entablan los hombres. De ahí que ellos sean más propensos a experimentar la soledad perniciosa u obscura.
Finalmente, la sociedad en que nos desarrollamos tiene implicaciones importantes para sentirnos como parte de una comunidad o segregarnos al individualismo. O lo que es lo mismo: tomar el lado luminoso de la soledad o percibirla como algo aterrador.
El autoconocimiento palia los sentimientos adversos de soledad. También la capacidad de establecer contactos con los demás o “conectar” con otros. Nuestro grado de gregarismo, en gran parte, determina salir del aislamiento o burbuja individual. Esto se incrementa entre mayores similitudes tenemos con otros. De ahí el consejo de relacionarnos con personas con intereses comunes y formar parte de clubes, asociaciones e iniciativas filantrópicas.
Verbalizar el mundo indescifrable de las expectativas, imaginaciones, sueños y recuerdos, todo lo que aparece en la mente, es otra manera de iluminar la soledad.