Los accidentes, según la Ley del Trabajo, es uno de los riesgos que tiene una persona al estar laborando. Desde el punto de vista empresa, estos eventos indeseados por todos, salen muy caros ya que conlleva un costo económico que implica tenerlos, no sólo porque se deben reponer de materiales o muebles dañados.
Aparte, debe contratar a otras personas que suplan al empleado incapacitado; y además de lo anterior, estos sucesos traen la baja moral de los compañeros de trabajo que se quedan y que difícilmente se pueden cuantificar, pues queda el sentimiento de temor o el pesar por el compañero lesionado.
De manera técnica, los accidentes ocurren porque los trabajadores cometen un acto que implica riesgo o porque las condiciones de la empresa o donde se realiza el trabajo, son propicios para que haya ese accidente.
Hacemos uso de la memoria y recordamos algunos accidentes que en la zona conurbada nos confirmaron lo endeble que tienen varios negocios con respecto a su seguridad.
El tráiler que quiso ganarle el paso a un ferrocarril cerca de la playa en los 90s; el tanque de gas que explotó en un café por el centro de Tampico, o las más frecuentes explosiones en la Refinería Madero, son ejemplos de accidentes que ocurrieron por los actos y las condiciones inseguras mencionados.
El mayor de los costos por razones obvias, es el humano. Es estremecedor ver a un ser querido o un compañero de trabajo en silla de ruedas, mutilado o fenecido por causa de un accidente laboral.
Algunas empresas han hecho mucho énfasis en la seguridad y se les reconoce que han invertido dinero en cursos, capacitación, simulaciones o compra de equipo para la seguridad; pero lo más importante es la concientización del personal que “después de un accidente, nada es igual”, o “la seguridad es el mejor camino para regresar a casa”.
La prevención de accidentes debiera ser una filosofía de vida, promovida por las empresas y que permita a la persona vivir plenamente, como decía Maslow, fuera de peligro.