Es triste y, para alguien que siempre ha sido un ferviente defensor de la ciudad en la que nació, vive y ha crecido, cuesta trabajo no solo reconocerlo sino escribirlo: Toluca es un asco.
La que en otros tiempos fuera una de las ciudades más bonitas y tranquilas del país, hoy encabeza los índices delincuenciales, tiene más feminicidios, un severo atraso en el desarrollo urbano (tanto en la zona norte como en el sur) y, para colmo, es la segunda más contaminada del país por encima de la CDMX, según cifras de la ONU.
Seamos autocríticos y lo más honestos posibles. La situación a la que ha llegado Toluca no es resultado de las inexistentes políticas públicas en materia de lo que sea en lo que va de esta administración; son consecuencia de una serie de malas decisiones tomadas desde varias, varias administraciones atrás.
Es cuestión de una evidente carencia de idea sobre lo que es o debería ser la ciudad; de una obnubilada visión que cree que Toluca es solo su, ahora llamado pomposamente, centro histórico, o quizás un poco más allá, del monumento a la Bandera hasta Ciudad Universitaria y del Palacio de Gobierno a la Vialidad las Torres pero no más.
Una tras otra, administración tras administración, haciendo lo que quería hacer bajo el escudo y justificación de que era lo mejor en su momento pero sin una visión a futuro ni idea de ciudad.
Desde la Toluca empresarial de Juan Carlos Núñez, hasta la extraviada de Fernando Zamora, pasando por la Toluca "lo-que-sea" de Armando Enríquez, la histórica de Juan Rodolfo Sánchez, la elitista de María Elena Barrera y la Toluca "educadora" de Martha Hilda González y tantos antes de ellos que no supieron y siguen sin saber darle, construirle, una vocación a la ciudad.
El resultado es visible y tangible para todos los habitantes de esta sobresaturada y colapsada capital del Estado de México que cotidianamente sufre su delincuencia, basura, contaminación... indiferencia total.
Consecuencia de administraciones que trabajan tres años en una dirección y, a la siguiente, en sentido contrario; de gente que pelea hasta con los dientes porque menos de 1 por ciento de sus habitantes tengan carriles especiales para pasear en bici pero que ni se inmutan cuando surge un tema de seguridad pública y se limitan a decir: que el gobierno resuelva.
Sí, Toluca es un asco porque en eso la hemos convertido, porque ni sus habitantes se preocupan por ella, porque dejamos que sea el gobierno (un ente intangible pero presuntamente existente) el que cargue con las culpas de que nadie hagamos nada y nos expíe para seguir quejándonos: Toluca es una ciudad sin pasado, sin presente y con un triste futuro, de seguir en el camino por el que vamos.
