Este martes terminará lo que ha sido un verdadero calvario para los demócratas en Estados Unidos pues, luego de pensar que su candidata, Hillary Clinton, ganaría "caminando" a Donald Trump; tuvieron que conjuntarse sus apoyos con el abandono de los republicanos a su candidato para esperar que la balanza se incline a su favor.
Clinton contó con el apoyo de una buena parte de las llamadas grandes minorías: jóvenes, mujeres, hispanos y afroamericanos; sumó el favor de muchos actores y actrices además de la extraordinaria percepción entre la gente que alcanzó el presidente Barack Obama al final de su administración; esto en cualquier parte del mundo sonaría a una fórmula para ganar contundentemente. Pero no es así.
¿Por qué ha sido Hillary Clinton tan mala candidata que tuvo que ser la falta de apoyo del Partido Republicano a su abanderado lo que definirá su triunfo? ¿En qué falló la aspirante que hace apenas un año se perfilaba como la aplastante favorita? ¿Cuál sería el escenario si en lugar del mesiánico Donald Trump hubiera enfrentado a un rival con más oficio como Jeb Bush; Chris Christie, Ted Cruz o Marco Rubio?
Lo cierto es que, durante la campaña, Clinton tomó decisiones que poco a poco le fueron haciendo perder el apoyo de esos activos, como el rechazo de la invitación del gobierno mexicano a reunirse después de que Trump sí lo hizo; lo que se leyó en su país como desaire a un importante socio comercial por un tema de soberbia.
El asunto del uso de su correo electrónico personal para tratar temas de Estado, poniendo con ello en riesgo la seguridad nacional del país, fue asumido por el electorado estadounidense como un gran peligro para la nación y nunca pudo deshacerse de ese estigma que le impidió explotar el tema de su experiencia.
El equipo de Clinton tampoco pudo hacer que las caídas en las preferencias electorales que Trump sufrió por los escándalos respecto a su opinión sobre mujeres e hispanos se sumaran a su favor, pues si bien el republicano perdía puntos, la demócrata no los capitalizaba para sí.
La campaña estadounidense deja varias lecciones pero una en particular: la importancia de tener mensajes claros y storytelling definido. Clinton no pudo comunicar un solo mensaje claro al electorado y pese a sus varios eslóganes no hay uno por el cual se le identifique; Trump, en cambio, se mantuvo en pie de lucha hasta el final, a pesar de sí mismo, gracias a que logró comunicar y conectar con sus seguidores que, incluso, le harán ganar en algunos estados.
