Tenía que volver a correr la sangre en Nicaragua con una insurrección cívica como no se registraba desde hacía cuatro décadas contra la dinastía somocista (1934-1979), para que América Latina y el mundo repararan, pese a las múltiples y crecientes denuncias, en la realidad de opresión que vive el país centroamericano tras el regreso al poder del hoy dinasta Daniel Ortega (72 años) y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo (66). Desde 2007, la pareja presidencial se ha mantenido al frente del Estado mediante comicios amañados y un sistemático atropello contra la institucionalidad.
Con ojos solamente para su guerra personal -y la de EU- contra la dictadura de Nicolás Maduro, la OEA del uruguayo Luis Almagro es tan responsable hoy como el propio Ortega de la brutal represión desatada desde el 16 de abril contra estudiantes y población en general, movilizados en forma espontánea contra las reformas a la seguridad social, derogadas el domingo por Ortega ante la dimensión de la repulsa. El saldo provisional es de al menos 27 muertos, 428 heridos y decenas de detenidos y desaparecidos, según organismos humanitarios y la Cruz Roja local.
En noviembre de 2016, Almagro viajó a Nicaragua y legitimó los últimos y más fraudulentos comicios que, con más de 70 por ciento de abstención, consolidaron la dictadura del ex guerrillero y ex presidente bajo la revolución sandinista de 1979-1990. Levantando como antaño la "bandera de los oprimidos", Ortega fue acumulando en estos 11 años un control casi absoluto, desafiado sorpresivamente por una nueva generación de jóvenes universitarios que reivindican su apartidismo.
Desde 2007, Ortega hizo del emblemático Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) otra estructura de poder a favor de sus intereses económicos y del atropello del marco legal, cuya restauración pasa "por la convocatoria urgente a una elección libre y democrática que permita su salida del gobierno", como afirma en entrevista con la agencia DPA el ex vicecanciller sandinista Víctor Hugo Tinoco, miembro del Movimiento de Renovación Sandinista (MRS).
Al MRS, una escisión del FSLN surgida en 1995 contra el oportunismo de Ortega, adhirió entre otros militantes y ex dirigentes, el escritor y ex vicepresidente Sergio Ramírez (1994-1990), quien este lunes, con 75 años, recibió de manos del rey Felipe VI en Alcalá de Henares el Premio Cervantes. Luciendo un crespón negro, dedicó precisamente el premio "a la memoria de los nicaragüenses que han sido asesinados por salir a la calle a reclamar justicia y democracia", y "a los miles de jóvenes que siguen luchando para que Nicaragua vuelva a ser una república".