Cultura

Breve meditación sobre el presente y sus contingencias

  • Columna de Inés Sáenz
  • Breve meditación sobre el presente y sus contingencias
  • Inés Sáenz

La realidad que vivimos corrobora este dicho popular: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.

El día de ayer, Italia tuvo la mayor cantidad de muertes en un día por el coronavirus. Setecientos noventa y tres es un número grande, inmenso si imaginamos una a una las historias y los proyectos futuros que esas vidas, hoy extintas, imaginaron. Leo esta nota tristísima y pienso en la tragedia que varios países están viviendo. Pienso —sobre todo— en la dimensión de lo que se nos viene a los mexicanos en las siguientes semanas. Se respira en el aire una tristeza global y la nostalgia por un mundo que ha desaparecido momentáneamente junto con la pandemia. Un mundo que se nos ha achicado de repente, aislando en cuatro paredes a los afortunados de contar con un techo.

Estos son momentos de enojo, de furia, contra la irresponsabilidad de muchos. La desidia de los más altos líderes políticos tendrá un costo enorme que todos vamos a pagar, aunque aún no sepamos de qué tamaño va a ser la factura. Son tiempos de inquietud por aquellas personas que se verán seriamente afectadas por el golpe económico que esto supone, y al mismo tiempo, son tiempos de reconocer la solidaridad de quienes se han autoimpuesto el aislamiento como el mayor acto de civismo. Sin duda, la gratitud más profunda va a las personas decididas que entendieron la inminencia de la alerta y dispusieron el cierre de universidades, negocios, comercios y actos masivos. Bravo por ellos.

El cambio repentino ya está aquí y no sabemos bien a bien qué sigue, cómo sortearemos la crisis y qué resultados tendremos. Tampoco sabemos qué cambiará en nosotros, qué huella dejará este encierro. Estamos experimentando momentos de soledad en los que exploraremos otra manera de estar, desde la quietud y la inmovilidad.

Esta situación nos presenta la oportunidad de hacer cosas insólitas. Gracias a las acciones tomadas en la institución universitaria donde trabajo, me encuentro aquí, encerrada desde hace una semana, trabajando desde esta mesa donde escribo mi artículo. En mi caso, esta semana me ha servido para empezar a echar raíces en mi casa, incluso reconocerla. Observo que llegaba a ella como una huésped ingrata que solo mira de reojo. Hoy quiero hacer las paces con sus rincones y me pregunto de qué manera puedo continuar con esta calma más allá de la tregua. ¿Y qué decir de la convivencia? Empieza a ser interesante la permanencia voluntaria de esta pequeña comunidad que hace lo posible por aligerar la vida. El tiempo empieza a vivirse de otra manera. Todavía no lo puedo explicar con claridad, espero poder hacerlo.

Estamos aprendiendo a lidiar con la incertidumbre.

La primera vez que de manera adulta aprendí lo que era la incertidumbre, la primera ocasión en que mi corazón entendió lo que era navegar en ella, fue el momento en que nacieron mis trillizas. Llegaron una mañana de enero, sin avisar. Estábamos tranquilos, incluso plácidos porque el ginecólogo me había monitoreado unos días antes con la buena noticia de que todo marchaba bien Su llegada nos pescó desprevenidos, y a partir de allí, todo fue angustia: su pequeñez, su inmadurez propia de bebés prematuras necesitaba de la tecnología médica a la que se acogieron como primera cuna. No fue fácil verlas entubadas y solas, cada una protegida en su incubadora transparente. No fue fácil dejarlas cada anochecer. Los cálculos nos permitían imaginar que —si todo marchaba como predecíamos– ellas saldrían de allí en una fecha cercana. No fue así. Cada día traía lo suyo. Después de unos días, tomamos una decisión que nos tranquilizó: aceptar con humildad que los números —que en algunos casos podrían ser atinados– no eran certeros en sus predicciones. Entender que tendríamos que vivir sin saber. Teníamos que confiar solo en el hoy. Eso era todo. Nada de anticipaciones ni deseo de certezas, pues no eran de mucha ayuda.

Estos tiempos dan una gran lección de humildad. Si mi pequeña historia me lo recuerda, la zozobra mundial nos lo advierte. Lo único que podemos hacer bien a estas alturas es quedarnos en casa.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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