Los diez Come móviles oficiales están distribuidos afuera de clínicas y hospitales. El programa surgió con la intención de repartir comida gratis a familiares de pacientes; pero fue reforzada por el arribo de la pandemia, pues aumentó el número de personas en situación de calle, ancianos, madres solteras y quienes quedaron sin trabajo.
Incluso han llegado en autos. Bajan con sigilo, ya casi al final del turno. Uno de ellos, como disculpándose, le comentó a la jefa del comedor, Reyna Ortuño Sánchez: “Ni modo que muerda el carro, ¿verdad?”. Ella, con una experiencia de 11 años en esta labor, solo sonrió, pues conoce bien la necesidad de la gente que llega todos los días.

Ella misma sufrió carencias cuando llegó de Tierra Caliente, una de las regiones del estado de Guerrero; por eso comprende las penurias al escuchar comentarios de quienes se apersonan con sus tópers y agradecen que les sirvan su porción diaria. Lo hace con gusto.
Otros comensales, con pinta de amodorrados, se aproximan, como si quisieran camuflarse. “Aquí no se discrimina a nadie”, comenta Mari Martínez Orduña, coordinadora de Come móviles –dependen del GCMX -, quien observa la repartición de comidas.

Desde temprano recalan. El otro día apareció un señor de la tercera edad a eso de las seis de la mañana. Le dijeron que abrían el Come Móvil a las diez. El anciano esperó cuatro horas. Fue el primero en pasar a este lugar en el que deben guardar sana distancia y traer cubreboca.
Hasta el pasado marzo los comensales podían sentarse en el interior de la camioneta, ubicada en la Calzada del Hueso número 31, colonia Santa Úrsula Coapa, pero desde el inició de la pandemia deben llevar sus propios trastos para las porciones y cumplir con las exigencias sanitarias.
Es lo que hace un grupo de señoras. Las acompañan hijas e hijos. Un anciano llega en bicicleta. Dice que tiene 80 años. Baja con cuidado. Una profunda molestia se refleja en su rostro de gruesas arrugas salpicadas de barba trasquilada.
—¿De dónde viene?
Cierra los ojos.
—De la Vergel.
—¿Se siente bien?
—Sí, sí.
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Esta unidad Come Móvil que, como los demás, depende de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social, SIBISO, permanece en Calzada del Hueso número 31, colonia Santa Úrsula Coapa, Coyoacán, afuera del Hospital de Zona número 32, del IMSS, donde todos los días casi 300 personas acuden por sus porciones de comida.

Este sistema alimentación tiene 10 años y se ha reforzado con el tiempo. De acuerdo con información oficial, existen 2 modalidades de comedores sociales: comunitarios y públicos, que “incluyen a los emergentes y a los Come móviles”.
Los comunitarios son operados por vecinos que conforman un comité de administración y se encargan de preparar la comida y atender al público. “El gobierno apoya una dispersión de recursos para la adquisición de insumos para la elaboración de comida”, cuyo costo es de 11 pesos.
“La comida en los comedores públicos es gratuita y va dirigida a los grupos más vulnerables: el 70 por ciento a personas en situación de calle”.
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Una señora de la colonia Santa Úrsula Coapa dice que “una vecinita” le informó hace poco del servicio de comida gratuita. “Perdí mi trabajo en marzo; era cajera en una tienda de ropa”, relata Janet.

La mujer, de 37 años, se hace acompañar de una niña de 11 y otra de 15, aunque dice que de ella dependen tres personas. Cuando se le pregunta si su esposo trabaja, sonríe, se pone nerviosa y responde que es madre soltera.
—¿Qué le sirvieron?
—Ahorita nos dieron asado con papa.
Diana Guadalupe dice que viene de El Bordo, también de Santa Úrsula, tiene dos hijos, de 1 y 3 años. Hasta hace poco trabajaba en una casa. “Soy madre soltera”, responde cuando se le pregunta por su esposo.
—¿Qué le sirvieron?
—Carne con zanahoria y arroz blanco.
Llega Vicente, vigilante de un hospital de rehabilitación. Dice que tiene un salario de mil 100 pesos a la semana. “Sí, esto nos ayuda mucho porque luego doblamos turno”, comenta.
La “responsable” del Come móvil, Reyna Ortuño Sánchez, está aquí desde mayo. Antes estuvo en el CETis 53, de la Unidad Habitacional Vicente Guerrero, alcaldía de Iztapalapa.
Ella siempre ha estado en comedores públicos gratuitos. En el Come Móvil de la clínica 32 está desde abril. A partir de ese mes ha percibido un aumento de más del 50 por ciento de personas que piden comida.

Antes de la pandemia, comenta Ortuño Sánchez, repartían 170 raciones diarias, de lunes a viernes; pero después subió a 270.
Había personas que acompañaban a sus enfermos de otras partes de la ciudad o del país, pero no les alcanzaba el presupuesto para comer. Entonces por eso aumentó el número.
“La gente de fuera la padecía mucho para comer; decían que pagaban un cuarto, pero que ya no les alcanzaba para la comida”, dice Ortuño. “Esa fue originalmente la causa: de ayudar a la gente foránea que llegaba a quedarse mucho tiempo”.
—¿Y en otras partes también?
—Nooo, había de ver en las zonas de hospitales: son como 500 raciones diarias de comida.
—¿Y qué pide la gente?
—No, mire, son agradecidísimos; no exigen; a ellos lo que les des. Me dicen: “Que bueno, muchas gracias, quisiéramos saber de qué cabeza, de qué corazón salió este programa, para agradecerle”. Y nos dan bendiciones como no tiene idea.
—¿Y usted qué siente?
—Ay, no, a mi me parte el alma ver a la gente; porque yo también fui de rancho y tuve enfermos en hospitales y sé qué se siente.
Ella misma, que llegó hace 35 años, con 20 de edad, al entonces DF, comprende la necesidad de quienes solicitan su ración de comida.
—Aquí no se le niega a nadie.
—A nadie, nadie; si llega a uno de la calle, se le da su porción de comida; si llegan en coches, igual; o sea, todo es parejo.
—¿Y los que llegan en coche no se apenan?
—Dicen que no, que no tienen; dicen que, aunque los veamos en coche, “pues ni modo que le mordamos al coche”- dice y sonríe.
—Pero ustedes no piden explicaciones.
—No, claro que no; nosotros, el que se forma de primera vez, le damos su charola; ya sin son gente que vuelve a ir, les pedimos su tóper para llevar; por la enfermedad también, ¿verdad?
—Hay algunos que van todos los días.
—Sí, sobre todo viejecitos, y muchas madres solteras que llegan corriendo porque dejan solos a sus hijos. Esto ayuda a mucha gente que ni siquiera si imagina uno en la extrema pobreza que vive.
Y también vendedores ambulantes. Y los que tienen un pequeño puesto de dulces. Y algunos artesanos que ofrecen sus productos.