Cultura

Charly y sus Mariposas negras

En la esquina que forman la calle Nextengo y avenida Tezozomoc, delegación Azcapotzalco, hay una casa tradicional en cuyo interior un grupo de mujeres con indumentaria de color negro sigue las indicaciones de Carlos Ramírez Castañeda, quien en 2010 para costear sus estudios en la Facultad de Derecho, empezó a impartir clases de taekwondo. Transcurría el tiempo y se dio cuenta de que sus principales clientes eran mujeres, y supo que el objetivo primordial de ellas era aprender artes marciales para poderse defender en la calle.

El profesor Ramírez perfeccionó su técnica y comenzó a interesarse en todo lo relacionado con temas de seguridad, así como tareas de inteligencia y contrainteligencia, y en ese camino redondeó su actividad mientras concluía que las mujeres son las más vulnerables. Entonces decidió enseñar defensa personal a mujeres, y supo que la mayoría se movía en zonas inseguras y otras habían sido víctimas.

Hace un año se consolidó el grupo que todavía asiste a las clases. Una de las integrantes le había insistido en que completara un grupo de defensa personal solo para mujeres. En aquel momento él reflexionó: “Es cierto que todos tenemos madre, hermanas, primas, e incluso hijas, y en lo personal a mí no me gustaría que a alguna de las personas cercanas le sucediera algo o fuese víctima de un delito”.

—Y nace Mariposas negras.

—Hay un proverbio que dice: “El simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”. Y más allá de esto, las mariposas están relacionadas con lo femenino y lo delicado. Entonces me planteé romper ese estereotipo y enseñar a mujeres a hacer un cambio en sus vidas y que ellas, a su vez, influyeran de manera positiva en la vida de las demás.

—¿Y cómo?

—En ser fuertes, firmes y seguras, nada vulnerables, y esto me llevó a relacionar el nombre con el color negro, que usualmente es de mal augurio; aquí, en cambio, radica la filosofía del grupo, con la consigna de que una mariposa negra puede hacer un cambio positivo en el mundo…

Y sus aleteos son rotundos.

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Sus movimientos son suaves, como en cámara lenta, ya que es solo entrenamiento; ellas saben, no obstante, que en la práctica deberán ser rápidos y precisos. Parecen aletear cubiertas por sus trajes negros.

Están ciertas de que cualquier objeto a su alcance, sabiéndolo usar, puede servir de arma para defenderse. Lo más seguro es que un teléfono encajado en las clavículas, por ejemplo, deje fuera de combate al atacante.

El profesor explica que más allá de simples movimientos y rutinas físicas para moldear el cuerpo o tener buena condición, la idea es concientizar a las mujeres, y les comparte sus conocimientos académicos.

También aprenden tips para no ser víctimas del cibercrimen, comenta Ramírez Castañeda, quien enseña el buen uso de las tecnologías, “incluyendo reacción y medidas en caso de extorsión o cualquier delito relacionado”.

Un simple lápiz, un bastón o una pluma fuente pueden ayudar en una situación de riesgo. “No somos como cualquier típico grupo que solo enseña a golpear o a huir”, aclara el líder del grupo.

“Nuestras chicas —añade— van un paso más allá, pues resuelven situaciones donde no siempre son las víctimas; se ponen en el papel de victimarias y analizan una situación delictiva, esto con el fin de prevenir y reaccionar en caso de ser necesario”.

En esta época de violencia, dice, las mujeres son el blanco preferido de los delincuentes; por eso, “con este proyecto queremos ir más allá: concientizar, crear hábitos, romper el esquema de que la mujer es el sexo débil y hacer énfasis en que el crimen evoluciona”.

Las mujeres que integran el grupo tienen distintos perfiles. La mayoría llega porque ha vivido alguna situación de inseguridad. Incluso secuestros rápidos.

Muchas de sus conocidas y familiares han sido víctima de algún delito. “Desafortunadamente no saben reaccionar, no saben, incluso, prevenir o estar a las vivas, o simplemente manejar la situación de riesgo, de estrés en las que se han visto envueltas”.

—¿Y cuáles son las principales prácticas?

—Se trabaja de manera física: ejercicios para moldear su cuerpo, ejercicios de buena condición, ejercicios físicos; también movimientos de ambientes hostiles. Todo lo relacionado con seguridad e improvisación de armas.

—¿Crees que ha subido la violencia contra las mujeres?

—Vivimos en una realidad de violencia, principalmente en el Estado de México, número uno en feminicidios, y en zonas aledañas; ahora, desafortunadamente, cualquier zona es de riesgo.

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Paula Viridiana García Cruz, de 27 años, es uno de las tantas mujeres que ha sufrido acoso y violencia.

El pasado 9 de enero, a eso de las 23 horas, regresaba a casa y caminó sobre la avenida Río Blanco, cerca de la estación Rosario del Metro y del centro comercial Town Center.

De pronto, un individuo, de entre 20 y 25 años, salió a su paso y se colocó atrás de ella mientras lanzaba una advertencia:

—¡Ya valiste madres!

Ella sintió que el arma rozaba su espalda y conservó la calma, al mismo tiempo que le preguntaba lo que quería, para después soltarle un golpe en la mano que sostenía el cuchillo, que cayó al suelo y Paula Viridiana lo pateó lo más lejos y corrió hacia la plaza, donde pidió auxilio a unos agentes de seguridad.

El asaltante escapó con dirección a los andadores. “El entrenamiento me ayudó a mantener la cabeza fría y no entrar en pánico; supe qué hacer porque habíamos practicado el desarme para esas situaciones”, recuerda esta activista que acompaña a mujeres que han sido víctimas de algún delito.

Ya había tenido problemas de inseguridad cuando estudiaba en la universidad. “Me sucedieron en la zona de Periférico, en el municipio de Naucalpan; ahí fui víctima de varios asaltos y un secuestro exprés”, recuerda.

—¿Y pensaste que era necesario tomar un curso de defensa personal?

—Lo había pensado desde antes, pero a raíz de eso, dije: es urgente aprender a defendernos y a reaccionar para evitar situaciones de riesgo. Yo participo en organizaciones de mujeres que damos asesoría y acompañamiento a casos de violencia de género.

—¿Ha aumentado ese problema?

—Sí, principalmente en el Estado de México, y los acosos en el transporte público de Ciudad de México.

Otras de las Mariposas negras de Charly, como dicen de broma mientras sonríen, está la odontóloga Dayana Jasso Galván, de 24 años, de Tlalnepantla, “un municipio con alto índice delictivo”, que a veces usa transporte público para trasladarse a la colonia Del Valle, donde tiene su consultorio.

Ella no ha sufrido ningún asalto; un día, sin embargo, atestiguó cuando unos amigos suyos fueron atracados cerca de su domicilio.

—¿Y así te sientes más segura?

—Claro que sí. Antes era yo de las típicas personas que traía su celular en el transporte público. He tenido la fortuna de que nunca me han asaltado, pero no requieres que te asalten para tomar unas clases de defensa personal.

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Humberto Ríos Navarrete
  • Humberto Ríos Navarrete
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