Política

Lo que vamos olvidando

El olvido es movimiento. Década a década, invierno a invierno, lunes a lunes, idea a idea, siempre vamos olvidando algo. La imagen que me llega es la de una copa con un agujerito en la parte inferior izquierda. Es irremediable: vivimos para vaciarnos.

El café lo pido con leche. Le echo azúcar y subo a una mesa que mira hacia 5 de mayo. La última vez que vine al Centro Histórico fue hace tres años. Mi cabello era mucho más corto y un poco más claro. Entonces me preocupaba saber si algún día se iba a reponer la pucciniana Fanciulla del West que el terremoto suspendió en Bellas Artes. Mis inquietudes virtuales iban hacia: “¿en cuánto me sale una coctelera de plata?”. Caminé por Madero (chamarra de mezclilla y botas) hasta Gante con Las manos de mamá de Nellie Campobello en la bolsa. Entonces todo lo que hacía lo hacía para buscar desprendimientos. Me metí en un bar adornado con cuadros de lobos y mesitas en forma de tela de araña. Estaba tan convencido de poder ser yo para mí sin ayuda. Atesoraba mi vida secreta. Creía necesitar una existencia solitaria y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa (mentir, esconder, abandonar) para que me dejaran en paz.

El mezcal lo pedí con gajos de toronja. En las televisiones transmitían un partido de futbol americano. Mis ojos ya no pueden ver con claridad un balón, en el pelo de mi pecho he descubierto las dos primeras canas y mis inquietudes virtuales van hacia: “¿de qué manera puedo detectar si padezco distimia?”. Llevo 13 días sin beber alcohol. Me importa mucho más Mercedes Nasta que Puccini y ya solo leo literatura escrita por gente viva. He comprado luces de navidad. Su resplandor es intenso y naranja. Por primera vez en mi vida he pedido ayuda. Los martes hablo sin pausas sobre mi tendencia a destruir y escapar. Es increíble lo bien que se siente escucharme. He ido por flores. Rodean mi máquina de escribir. Son rojas, amarillas y moradas. Un papelito con el fragmento de una canción triste de Adrianne Lenker sobre la muerte escrito a mano está doblado en la bolsa trasera de mis pantalones de pana. Creo en el auxilio y en la comunidad. Ahora todo lo que hago lo hago para evitar derrumbarme. El perdón me conmueve tanto.

Pero también vivimos para desbordarnos. La transformación, por supuesto, es movimiento. Lustro a lustro, verano a verano, domingo a domingo, sonido a sonido, siempre estamos recibiendo algo. La imagen es la de una cascada que recibe la vida de una fuente de líquido inagotable.

Hugo Roca Joglar

Google news logo
Síguenos en
Hugo Roca Joglar
  • Hugo Roca Joglar
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.