Durante su recorrido nocturno en busca de agua, las cuatro patas de Tristán hacen tap tap tap tap contra la madera y el sonido nos despierta de madrugada, justo cuando por fin habíamos conseguido dormir, y quedamos irritados y perplejos, incapaces de dirigirnos hacia un nuevo sueño, e inmediatamente se nos agolpan asfixias sobre peste y poco dinero, tristezas sobre Victoria y la muerte de mi abuela, terrores sobre brutalidad y encierro. Entonces el día comienza, pero ya no existe posible salida y el tiempo nos encadena del insomnio a la ira, de la ira al miedo, del miedo a la ausencia y de la ausencia al insomnio de regreso.
¿Cómo resistir el derrumbe?
Cubrimos la madera con alfombras, y las alfombras han amortiguado la trasnochada danza sedienta del perro. Sin su tap tap tap tap, nuestros sueños logran extenderse y cuando el día comienza, el descanso de haber atravesado dormidos el alba nos permite abrirnos hacia la vida desde panoramas que irritación y agotamiento nos habían mutilado, como, por ejemplo, tener la suficiente energía para hacer café digno y después estirar el cuerpo a ras de suelo y relajar músculos de cadera, piernas y espalda.
Es más fácil entregarse a dioses terribles que a dioses amables.
Es la desesperación y es la angustia: sí, por todas partes, a toda hora, pero nuestra mirada puede desasirse del ansia y obligarse a construir efímeros paisajes propios, secretos, individuales, ajenos a enfermedad y tragedia, como, por ejemplo, comprar mezcal y decirles a dos amigos que a las ocho hay que encontrarnos en una reunión virtual.
Morris se conecta a tiempo y Juan diez minutos tarde, yo llego a las nueve con una disculpa tonta, aunque cierta, sobre haberme quedado prendado a la radio en espera de que anunciaran al autor de un Te Deum extrañamente luminoso, que resultó ser un polaco: Wojciech Kilar, y con eso saludo:
Acabo de escuchar una obra coral fascinante: siniestra, pero al fondo siempre existe la sensación de esperanza.
Y ya todo entre nosotros se vuelve sobre intercambiar sonidos.
Juan dice (sobre Judith de A Perfect Circle):
“En esta rola, si luego la escuchan con detenimiento, encontrarán que es un reclamo a Dios; el cantante lo enfrenta por haberse llevado a su mamá”.
Y Morris dice (sobre Gente que no de Todos tus muertos):
“Ésta es una de las canciones más punks de todos los tiempos; escuchen: rompe cosas por todas partes”.
A las tres de la mañana, Tristán, que se ha quedado dormido a mi lado, se levanta y camina hacia su plato de agua. Durante el trayecto, a causa de las alfombras, sus patas no suenan, pero yo en mi cabeza (tap tap tap tap) reproduzco su danza. _
Hugo Roca Joglar