La primera vez que el dolor casi me tira fue hace un año. Estaba tendiendo y sentí que se me desgarraba el vientre, como la sensación de diarrea, pero mil veces más fuerte; quise aullar y caer, pero contuve el grito porque cerca de ahí estaba la señora y fingí haberme doblado, porque se me había caído algo”.
Por 400 pesos al día Luz trapea, desinfectaba, plancha, cuelga, extiende, limpia, acomoda, hierve, tira, distribuye, seca, recolecta, separa, cocina, sirve, recoge, lava, riega, airea, cierra, cuida, conserva, pule, monda y bolea en departamentos de Coyoacán y Tlalpan.
“Dos semanas después me pasó igual en otra casa donde me suelen dejar sola y entonces sí: el dolor me tiró en un sillón y ahí me quedé como un minuto, con la sensación de que una sustancia fría y ácida me estaba disolviendo la panza…”
A Luz le paga gente incapaz de responsabilizarse por lo que ensucia; su trabajo es hacerse cargo con sus manos de esa basura ajena en ropa, platos, cubiertos, vasos, pisos, paredes, ventanas, puertas, cobijas, sábanas, almohadas, colchones, estantes, cuadros, libros, escusados, lavabos, zapatos, hornos, estufas, sillas, cajones y plantas. Basura que a veces implica sangre, jeringas y semen.
“… y me dije: recomponte en chinga, ¿cómo va a comer tu hija si no trabajas?, ¿cómo vas a comer tú?, ¿cómo comerán tus perros?; no la chingues, no seas pendeja, no puedes darte el lujo de enfermarte. Así estuve 11 meses, soportando, hasta que el dolor me desmayó y resultó que tenía cáncer de estómago.”
Luz es rápida, seria, eficaz y diestra. Le gusta pensar en sí misma como una profesional de la limpieza, aunque las condiciones bajo las cuales trabaja no son profesionales. No cuenta con aguinaldo, prestaciones, seguro médico ni la posibilidad de solicitar baja por enfermedad.
“Y ahora que me han quitado el estómago y mi esófago está conectado directamente con mi intestino no podré moverme mucho durante seis o siete meses, y pues algo he tejido, algo he cocinado, y de vender esas cosas algo gano, pero no se compara a lo que ganaba limpiando”.
La gente para la que Luz trabaja no va a ayudarla. Es gente sucia que le da acceso a su intimidad, pero únicamente la asocia con su basura. A Luz no le extraña ni la entristece tanto egoísmo, tanta distancia. ¿Cómo va a extrañarla cuando, en 15 años, sus patrones más longevos jamás la han invitado a sentarse en su mesa?
“Lo que sí hicieron varias familias para las que trabajo fue llamarme con el pretexto de ver si estaba bien, pero lo que en realidad querían era saber si conocía a alguien que me sustituyera. Y pues, ¿para qué me indigno?, mejor le saqué provecho y recomendé a mi tía, que lo hace para ayudarme y no es tan buena limpiando como yo, y cuando me recupere me querrán de vuelta. Bueno, primero Dios”.