Más que de capa caída, el gobernador Jaime Rodríguez Calderón anda arrastrando la cobija. De ese tamaño es la piedra que le toca cargar en los dos años que quedan de su mandato (siempre y cuando sus maniobras legales puedan salvarlo del abismo). Nunca un gobernador empezó su mandato con tan buenas expectativas; nunca un gobernador cayó tanto en el aprecio del respetable como el famoso Bronco, que a últimas fechas ya no ve lo duro, sino lo tupido.
Con miras al Cuarto Informe de Gobierno, su equipo se puso las pilas y sacó la bola del cuadro en varios proyectos importantes: primero, sacó a los reclusos del penal del Topo Chico y destinó la venerable estructura a convertirse primero, en un museo del horror y luego en un espacio polivalente de esparcimiento, educativo y de memoria pública, pues a semejanza de lo que se hizo con el Palacio Negro de Lecumberri, lo transformarán en sede del Archivo General del Estado.
Segundo, después de mucho tiempo pudo sacar adelante el proyecto del hospital General de Montemorelos, que promete no solo brindar atención a toda la raza del sur del estado, sino reducir los traslados a fortiori hasta Monterrey para ver cuestiones de salud.
Si pensamos un poco fuera del ombligo estatal que es Monterrey, también en los últimos días puso en marcha unos agroparques para convertir a los campesinos en socios de empresas agrícolas de alta tecnología y hasta un tecnoparque para formalizar a Nuevo León como una potencia en la exportación ¡de chivas!
Viendo esta actividad de los últimos días, uno no puede sino preguntarse cuánto podría haber logrado El Bronco si en vez de acariciar el sueño guajiro de alcanzar la Presidencia, se hubiera puesto a gobernar Nuevo León. ¡Nos habría cantado un gallo mejor comido y de voz más poderosa!
Le quedan dos años (tal vez) en el poder. Si mantuviera el ritmo de los últimos días, todavía estaría a tiempo tal vez de compensar con buenas obras tanta tarugada del tamaño del dron, de las cobijas, del desvío de burócratas para buscar votos. En su favor, digamos que el tener claridad de cuáles deben ser los ejes de su trabajo (movilidad, seguridad, educación) es un buen comienzo para el último tramo de su deteriorada administración. ¿Podrá revertir con trabajo la pésima impresión que tienen de él los nuevoleoneses, al grado que ya ni en las redes sociales se salva, o se hundirá con el estigma de la peor administración estatal de todos los tiempos? De él depende.