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Trump-Biden, los perros en la elección

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  • Trump-Biden, los perros en la elección
  • Horacio Besson

Siempre han estado ahí, sin ausencias notables. Durante más de doscientos años han sido parte de las “primeras familias” que han vivido en la Casa Blanca... hasta que llegó Donald Trump.

Dos ejemplos de su importancia en la vida de los hombres del poder estadunidense:

Sábado 4 de octubre de 1777, Germantown, Pensilvania. Tras una de tantas batallas por lograr la independencia, los americanos encuentran a un terrier. No tardan mucho tiempo para percatarse que es la mascota del general británico William Howe. Eran tiempos de guerra y ahí, las contemplaciones eran relegadas para infortunio del can.

Pero George Washington se impuso a los deseos de la mayoría, resguardó y alimentó al perro para luego decretar una tregua y devolverlo a Howe junto a una nota de cortesía.

El otro ejemplo es más reciente —diciembre de 2018— y circuló por miles en redes sociales, tv y prensa: un ataúd envuelto con la bandera de Estados Unidos y a poca distancia, en solitario, un dorado can. Adentro yace George H.W. Bush y afuera, quien lo resguarda, está Sally, su labrador retriever.

Han sido parte infaltable de la Casa Blanca y de casi todo ha pasado por sus jardines: perros, gatos, caballos, mapaches, pericos, cabras, vacas… las mascotas son para el presidente en turno y para el norteamericano promedio un lazo, un punto de identificación y un sello que da la idea, al menos para gran parte de los estadunidenses, de tener un mandatario no tan alejado de los sentimientos comunes y “normales”.

Da cierta tranquilidad (ingenua tal vez) saber que el hombre que tiene en sus manos gran parte de la economía, que puede provocar guerras y tiene a un palmo el botón nuclear, se enternezca ante un animal al que acaricia y procura por lo que, se deduce en el subconsciente, algo de humano tendrá para garantizar que no nos llevará (a estadunidenses y al resto del mundo) al precipicio.

En 1992, durante su campaña de reelección, W.H. Bush llegó a comparar a su perra con sus oponentes demócratas: “Mi perra Millie sabe más sobre asuntos exteriores que estos dos tarados”, refiriéndose a Bill Clinton y Al Gore

Los “tarados” le ganaron la presidencia y Millie tuvo que abandonar la Casa Blanca.

Ahora son los demócratas quienes han alimentado su campaña contra Trump con una estrategia “canina”.

A inicios de octubre, la cuenta de Biden en Instagram subió un video de un minuto con una serie de imágenes de perros “apoyándolo”. Hasta anoche tenía 493 mil reproducciones.

Hay un pequeño libro, Tombuctú, que habla de la entrega y fidelidad absolutas que tienen los perros para con los humanos. Ahí, Paul Auster comparte lo que tendría que ser el sentido de la vida: “Dejar al mundo un poco mejor de como lo has encontrado. Eso es lo máximo a que puede aspirar un hombre”.

Hoy, a 18 días de las elecciones que determinarán quién gobernará a Estados Unidos y que modificarán el futuro del planeta entero, Trump y Biden deberían tenerlo muy en cuenta.

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