Vi El Irlandés. En dos partes porque así sea Scorsese no aguanto tanto frente al televisor.
No soy ni le hago a la impostura de crítico de cine. Únicamente diré que no es una película sobre la mafia.
Es una historia sobre la vejez. Sobre vivir y sobrevivir en un cuerpo que ya envejeció y en un mundo extraño que no es más el tuyo.
La vejez sólo existe por comparación. Lo comprendí hace años una tarde en San Petersburgo; un hermoso pueblo en la bahía de Tampa Florida, donde todos sus habitantes son jubilados.
En los hoteles, en los restaurantes, en la calle y en los supermercados es prácticamente imposible ver gente menor de 65 años. Allí no hay jóvenes y al no haber jóvenes tampoco hay viejos.
Hay en San Pete jubilados y pensionados de todos los niveles económicos.
Vi algunos con tatuajes militares en grupos de motociclistas, también observé a los que en el muelle privado de su casa tienen un yate o los que fuman y beben cerveza barata en aparcaderos de casas rodantes frente a la playa.
He visto también los viejos en México, aquellos cuya jubilación es el justo agradecimiento de sus seis o siete hijos, o los que lograron algún capital y algunas rentas para sobrellevar la vida, o los pensionados de empresas privadas y del gobierno, y también la miseria que da pánico, de esa que no quiero escribir aquí.
Pero ningún sistema de pensiones será suficiente, en esencia todos están fracturados porque llegará el momento en que el trabajo de pocos jóvenes no alcanzará para pagar la pensión de muchos viejos, y el dinero ahorrado tampoco encontrará inversiones rentables.
Los intereses que pagan los fondos de pensiones tienen que salir de empresas y de proyectos productivos. Son producto de la gente que trabaja y consume, que pide prestado y que invierte.
¿Qué hay que hacer? Debemos crear empresas, oportunidades, riqueza y empleos que extiendan la vida laboral y productiva de las personas.
Si la esperanza es vivir ochenta o noventa años no es posible que a los cuarenta o cincuenta alguien ya se sienta o lo hagan sentir obsoleto.
