Abrir la app favorita para pedir algo de cenar, algún producto del súper o encargar una compra en la tienda de conveniencia más cercana se han vuelto prácticas habituales en nuestras ciudades en la medida en que ha crecido el uso de internet.
Durante la pandemia crecieron aún más las empresas de reparto y las promociones para enganchar a nuevos clientes digitales que, ante el temor al covid, utilizaron más y más los pedidos por aplicación para su abasto cotidiano.
En la misma medida creció la cantidad de personas que se emplearon como repartidores, en la calidad de “socio” como suelen decir las empresas para no reconocer derechos laborales, y se volvieron esenciales para tener comida caliente en la mesa o alguna medicina o capricho o necesidad de última hora.
Solo que los repartidores trabajan jornadas laborales extendidas, a bordo de sus motos o bicis, bajo el sol inclemente o la lluvia incesante, expuestos a ser víctimas de un atropellamiento o hasta de un asalto, como suele ocurrir a menudo, a cambio de una remuneración que no alcanza para pagar seguridad social y mucho menos un ahorro para el retiro.
Por eso salieron de nuevo a las calles, como lo han hecho en otras ocasiones, para sumarse al quinto paro internacional de repartidores, tal y como hicieron repartidores de Buenos Aires, Guadalajara, Ciudad de México, Montevideo, Los Ángeles y otras ciudades.
La principal demanda es visibilizar la importancia de reconocer sus derechos laborales, pues a pesar del convenio que anunciaron la Secretaría de Hacienda y el IMSS en septiembre pasado para otorgarles seguridad social, sigue en disputa la relación laboral con las empresas de entrega por aplicación.
Ya pagan impuestos pero no tienen ningún derecho laboral, les cobran el impuesto sobre la renta y el IVA pero carecen de seguro de vida por si sufren algún accidente mientras reparten, en medio de la violencia vial que se vive en las calles.
Son de los grupos más precarizados de la sociedad. Sufren una relación asimétrica, como lo señaló Oxfam, “que corresponde a una relación entre empleado y empleador que al día de hoy sigue sin ser reconocida por las autoridades”.
Esfuerzos por organizarse hay, el colectivo #NiUnRepartidorMenos surgió en respuesta a la muerte de José Manuel Matías, repartidor en bicicleta en Ciudad de México, atropellado por el conductor de un tráiler el 27 de noviembre de 2018 (ver aquí ).
En abril surgió la Unión Nacional de Trabajadores por Aplicación y de Reparto, la UNTA, que obtuvo ya su registro como sindicato federal y reclama pagos justos y respeto a los derechos de los repartidores.
Pero cuando ellos se organizan, las empresas responden. Los bloquean, los desconectan, los obligan a comprar sus mochilas, a cumplir ciertas horas para mantenerlos activos, y con el argumento de la flexibilidad laboral esconden la explotación, mientras los creadores de estas apps nadan en millones de dólares y extravagancias — Una copa de vino en Bel Air y #YoParo (ver aquí).
Su situación es delicada, debería ser un tema urgente para el Legislativo y la Secretaría del Trabajo. Si no actúan perpetuarán la infamia.
@hzamarron