Política

Primero los pobres, primero el transporte

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Las obras públicas se justifican por sus beneficios, medidos en número de personas o de usuarios de algún servicio, pero en la realidad no suele ser así.

Los diputados o los cabildos deben aprobar los presupuestos, pero lo común es que los gobernantes encuentren rutas distintas y eso permite, por ejemplo, que el Presidente decida discrecionalmente dónde poner los siempre escasos recursos públicos.

Por eso, entre los destinos de inversión, el transporte público tendría que ser prioritario, porque cada peso invertido en mover personas tiene mayor beneficio que si se le destina a mover vehículos privados.

Al revisar algunas de las más recientes obras multimillonarias en infraestructura vehicular y de transporte público aparece la desigualdad.

En dos extremos de la geografía, Tijuana y Cancún, se construirán sendos viaductos elevados para resolver problemas vehiculares y, en teoría, mejorar el tráfico. En ambos casos se trata de obras a ejecutar con recursos públicos. En Tijuana, con parte del fideicomiso de aduanas; en Cancún, con el producto de la venta de terrenos estatales.

El Presidente anunció los dos proyectos y para cada uno destinó 10 mil millones de pesos. A juzgar por obras similares, como la vía elevada de Puebla que tuvo una inversión de 10 mil 500 millones y un estimado de 11 mil vehículos diarios, los nuevos segundos pisos serán similares.

¿Servirán de verdad para aliviar el tráfico? ¿No hay otra mejor forma de invertir esos recursos?

Comparemos con otros dos casos muy recientes de obras de infraestructura, pero en este caso dedicadas al transporte público, y los números que arrojan. El resultado estará a la vista.

El fin de semana se inauguró en la zona metropolitana de Guadalajara el sistema de autobuses rápidos conocido como Mi Macroperiférico, con una inversión de casi 9 mil millones y una extensión de 41.5 kilómetros. En contraste con los 11 mil vehículos del segundo piso, en su primer día de operación Mi Macroperiférico tuvo 180 mil pasajeros transportados.

Eso, sin contar que la obra se planteó objetivos más ambiciosos, como la renovación de laterales con banquetas, cruceros seguros, reforestación, la ciclovía más grande de América Latina y 42 estaciones con entornos urbanos renovados (jardineras, baños, lactarios, bicipuertos y bahías de transferencia).

Otra obra reciente de transporte público es la Línea 2 del Cablebús en Iztapalapa, en Ciudad de México. Con 49 mil usuarios máximo por la pandemia (su capacidad es de hasta 100 mil pasajeros al día), tuvo una inversión de unos 3 mil 200 millones de pesos y una extensión de 10.6 km.

El diseño del Cablebús incluye una visión social con la construcción de centros culturales y deportivos (denominadas Utopías y Pilares), 5 km de senderos seguros para mujeres, 100 murales, 3 mil 448 metros cuadrados de áreas verdes, 2 mil 200 luminarias instaladas, 25 cámaras de seguridad, calles repavimentadas y 3 mil 400 fachadas pintadas.

Así visto ¿no es mejor invertir en transporte público que en segundos pisos viales? 

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@hzamarron

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Héctor Zamarrón
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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