Dedico las primeras líneas de mi columna a celebrar que Jaime Barrera ya esté con su familia a salvo. Deseo que pronto todo vuelva a la normalidad y que retome su actividad periodística. Confío en que se esclarecerán los hechos que atentaron contra su libertad de expresión y la privación de su libertad. Quiero destacar el impresionante fenómeno de muestras de solidaridad leídas, observadas y escuchadas en los diferentes medios de comunicación y redes sociales para con Jaime Barrera y su familia. Por otra parte, resaltó que lo sucedido fue un acontecimiento que conmocionó a propios y extraños.
En lo particular, imparto cátedra en las aulas de la Benemérita Universidad de Guadalajara, desde donde constantemente intercambio puntos de vista con mis alumnos. Esto se debe, en primer lugar, a una curiosidad personal y académica que me invita a investigar y tratar de entender cómo y qué es lo que piensan los jóvenes hoy en día. Por otro lado, está la necesidad de los estudiantes de analizar y comprender lo que sucede en su entorno. Se genera un diálogo y debate académico del cual considero que todos aprendemos: yo de ellos y, en esencia, los alumnos de su profesor.
Normalmente, en mi calidad de profesor, cuestiono a mis alumnos sobre su punto de vista acerca de los hechos políticos y sociales que suceden en nuestro entorno, siempre intentando vincularlos a los temas de la clase. Mis alumnos suelen ser muy participativos y muestran gran interés por ciertos temas que les conciernen y afectan, como la inseguridad, la calidad de la educación, la corrupción, el desempleo, entre otros tópicos. Pero en esta ocasión, no fui yo quien les cuestionó sobre lo que ocurría con Jaime Barrera, fueron ellos quienes preguntaron qué estaba pasando y dejaron clara su preocupación no solo por la desaparición del periodista, sino por el temor que les causaba tener que vivir y transitar en una sociedad llena de incertidumbres sobre su seguridad.
Uno de los temas que más les preocupa como jóvenes, según ellos, es que la sociedad ha normalizado la violencia e inseguridad, ya que los ven como temas cotidianos. Al ver las noticias, observan que todos los días, hay reportes de robos, personas desaparecidas o ejecutadas a manos de la delincuencia. Esto sin duda les genera cierta impotencia al no poder cambiar su realidad de un día para otro. No debemos perder de vista que han sido días complejos, primero fue el multihomicidio de tres mujeres a manos de un sujeto de apenas 20 años, y previo al 8M, lo cual sin duda los ha vuelto más sensibles y receptivos a estos temas.
En lo particular, me preocupa el país y estado que estamos heredando a la juventud. Quienes poco han podido disfrutar de salir con la tranquilidad que solíamos hacerlo cuando nosotros éramos jóvenes. Hoy toca aceptar que el tejido social está roto, que la delincuencia y la inseguridad están desbordadas, y que se necesita de todos los sectores y clases sociales de la sociedad para intentar rescatar la paz y la tranquilidad que algún día tuvo nuestro estado.
Y que lejos de repartir culpas, es necesario que todos los partidos políticos, sus respectivos candidatos y los tres órdenes de gobierno planteen estrategias coherentes y coordinadas que consigan que la sociedad vuelva a estar en paz y se sienta y sea realmente segura. Y que a la par, cada ciudadano haga lo que le toca hacer desde su trinchera, simplemente para no dejar que esto se agrave aún más.