La baja participación de los jóvenes en las elecciones en México es un fenómeno que debería preocupar tanto a las autoridades electorales como a los partidos políticos, ya que refleja una desafección ciudadana y una falta de representatividad de la oferta política actual.
Por ello, uno de los grandes retos de los candidatos para las próximas elecciones es movilizar y contrarrestar la apatía de los jóvenes en las elecciones. Y es que el padrón electoral en México tiene un total de 100 millones 41 mil 085 personas registradas, dentro del cual el 25.7% está compuesto por jóvenes de entre 18 y 29 años. Es decir, una cuarta parte del padrón electoral se compone por el voto joven, que, dicho sea de paso, según el Instituto Nacional Electoral (INE), en las elecciones presidenciales de 2018, solo el 55% de los jóvenes-adultos entre las edades de 19 a 34 años ejercieron su voto, posicionándose como el grupo con la tasa de abstención más elevada.
Además, el grupo de 20 a 29 años es el que menos participa en los procesos electorales, con una caída de 6.44% entre las elecciones intermedias de 2021 y las generales de 2018. Estos datos contrastan con el hecho de que los jóvenes de 18 años son los que más participan, superando la media nacional con una participación del 64.7%.
Pero, ¿qué explica esta diferencia entre los primo-votantes y los jóvenes-adultos? Una posible respuesta es que los jóvenes de 18 años tienen una mayor ilusión y expectativa por ejercer su derecho al voto por primera vez, mientras que los jóvenes-adultos se desencantan y desinteresan de la política electoral por diversas razones. Algunas de estas razones son:
1. La desconfianza en los partidos políticos y en las instituciones democráticas, debido a los escándalos de corrupción, la ineficacia, la falta de transparencia y la lejanía con la ciudadanía.
2. La falta de identificación y representatividad de la oferta política actual, que no atiende las demandas y necesidades de los jóvenes, tales como el empleo, la educación, la salud, la seguridad y el medio ambiente.
3. La precarización laboral y social, que genera incertidumbre, estrés, ansiedad y depresión en los jóvenes, afectando su capacidad de involucrarse en la vida pública.
4. La influencia de las redes sociales y los medios de comunicación, que pueden generar desinformación, polarización, apatía y cinismo en los jóvenes, así como una preferencia por otras formas de participación política más directas y digitales.
En este sentido, la creatividad que demuestren los partidos políticos y sus respectivos candidatos será fundamental para motivar e incrementar el porcentaje de la participación electoral entre los jóvenes en México. Este es un factor clave para definir el rumbo político del país, que enfrenta desafíos y oportunidades en un contexto de cambio social y tecnológico.
Por ello, es vital entender: ¿por qué los jóvenes no votan?, ¿cómo se informan y se comunican sobre política?, ¿qué propuestas y demandas tienen?, ¿qué estrategias pueden seguir los partidos y candidatos para atraerlos? Estas son interrogantes que tendrán que responder y combatir la desconfianza en los partidos, el desencanto con los resultados, la falta de representación e inclusión, el riesgo de marginación y desigualdad, etcétera, si quieren conquistar al voto joven y contrarrestar la baja participación.